Si hay algo que recuerdo con especial cariño de mi viaje a Lisboa es el recorrido que hace este tranvía 28 tan típico como cualquiera de las grandes atracciones turísticas que hay en la ciudad.
El recorrido de este tranvía es de poco más de 9 kilómetros y aunque depende mucho del tráfico y de la cantidad de gente que haya en el momento se puede decir que desde el principio hasta el final vienen a tener una duración de aproximadamente una hora. El tren suele pasar cada 6-9 minutos así que no tienes mucho para esperar.
Contenido de la Guía
Tranvía 28, el símbolo de Lisboa
Creo que cada ciudad tiene un símbolo único que la identifica; de París es sin duda la Torre Eiffel; del Londres, el Big Ben; de Roma, el Coliseo. ¿Pero de Lisboa cuál?, ¿quizá el Tajo con sus nostalgias de siglos atrás?, ¿La torre de Belem?, ¿Los Jerónimos?, ¿La plaza del Rossío?, ¿La Catedral?, ¿Baixa-Chiado?, ¿El mirador de la Puerta del Sol?, ¿o la increíble Alfama de callejas empedradas y sueños inconclusos?. Pues no, según mi opinión, a Lisboa no la representa un lugar o un monumento, muchos la conforman pero ninguno la representa ni la puede entender como el Eléctrico 28 que desde hace más de un siglo la recorre de colina a colina por sus estrechas calles con ropa tendida y flores en los balcones, con sus siete colinas y sus muchas Lisboas en una misma Lisboa infinita, mujer enamorada y a la vez traicionada por un mar que lo que le da se lo quita.
Para entender el espíritu de Lisboa, para encontrar la razón íntima de su nostalgia uno tiene que entregar su tiempo, sin prisas, a recorrerla en el eléctrico 28. A subir y bajarse cuantas veces haga falta a ese traqueteo de curvas sobre el río, de colinas que tan pronto ascienden al infinito como caen en picado. «Poemas del aire vendrán hasta aquí, lejos de Lisboa y lejos de ti, tristeza sin fin, lejos de Lisboa y lejos de ti…» De principio a fin te llevará alrededor de una hora y descubrirás en el traqueteo de ese tranvía las mil caras de una ciudad que te sorprenderá.
Para mí lo esencial de Lisboa es sin duda la Alfama, pero Lisboa es mucho más que esas calles donde nació el fado, la única canción capaz de recoger en poesía la esencia de esa saudade, nostalgia, morriña, o como quieras llamarlo, que siempre nos embriaga al pisar sus calles. Pero Lisboa es la ciudad de las mil caras, todas ellas bellísimas, de la Alfama a Baixo-Chiado, desde el Bairro Alto hasta Belem, de Mouraira a Estrela, de Rossío a Graça. Tantas ciudades en una, tantas formas de ver la vida, tan distintas todas ellas, y el Eléctrico 28 uniéndolas en su camino de sueños y nostalgias.
Si uno cierra los ojos y evoca el recuerdo de la ciudad vieja de Lisboa irremediablemente verá la figura del eléctrico subiendo y/o bajando las pendientes. Un universo de piedra y nostalgias en la que la figura del tranvía amarillo, el mismo color del sol que siempre ilumina Lisboa y la hace resplandecer, ilumina también las calles de esa Lisboa enamorada de un mar que al final siempre la deja sola.
El tranvía es un símbolo de Lisboa sin lugar a dudas pero si hay un tranvía sencillamente imprescindible en Lisboa sin lugar a dudas es el número 28 que tiene un recorrido de por lo menos 8 kilómetros. El eléctrico 28 es prácticamente patrimonio del viajero que se asoma a los balcones de una Lisboa por descubrir, dejándose mecer por el traqueteo del vagón entre las estrechas y empinadas calles, parándose a disfrutar de un pastel en cualquier rincón o dispuesto a que el sol, siempre amable, le acaricie la cara. Personalmente os recomiendo que os saquéis la tarjeta de un día completo, que tiene el ridículo precio de 3,85€ diarios y que podréis conseguir en cualquier estación de metro.
Con esta tarjeta podréis utilizar todos los transportes urbanos de la ciudad (metro, autobús y por supuesto el tranvía) las veces que queráis. El billete individual de tranvía, que se puede pagar directamente al conductor, tiene un precio de 1,30€. Por ello, os recomiendo que con la tarjeta subáis y bajéis del eléctrico 28 las veces que haga falta, que os toméis vuestro tiempo, bajéis a hacer esa foto que os parece bonita al pasar desde el tranvía, que llevéis vuestro cuaderno de viaje para apuntar todas las sensaciones que os lleguen de pronto y que luego conformarán vuestros recuerdos… y sobre todo que viváis, que sintáis Lisboa como parte de vosotros.
Los recorridos
Una vez con la tarjeta de día completo en el bolsillo dispongámonos a subir al eléctrico 28 que ya vemos asomarse al doblar la esquina al final de la calle. Lo más normal es cogerlo en pleno centro, al lado de la Praça do Comerço, concretamente en la Rua da Conçençao, que es prácticamente el punto medio del recorrido. Suele ser lo que nos queda más cómodo, porque normalmente uno suele estar alojado en un hotel cercano a la Plaza del Marqués de Pombal y puede cogerse el metro hasta Baixa-Chiado y desde allí acercarse a esta calle y coger el tranvía.
Una vez allí hay que decidir en qué sentido cogerlo. En este punto cada uno puede tomar la decisión que más estime conveniente, sólo apuntaros que lo más habitual es cogerlo en dirección a la Alfama, fijaros en la Iglesia da Conçençao, que veréis haciendo esquina en la misma calle y coger el eléctrico 28 en esa dirección. Es quizá la parte del recorrido más bonita de todos, porque ascendiendo esa misma calle y torciendo la iglesia ya veréis la imponente figura de la Sé, o Catedral de Lisboa, fortaleza medieval del siglo XII, que a pesar de los terremotos se mantiene imperturbable con su magnánima presencia a los pies de la Alfama, a pesar de las reconstrucciones que tuvo que sufrir a causa de los seísmos. . En la Catedral ya podréis encontraros de frente con la luz que nunca os abandonará ya jamás.
Continuando con el vaivén del vagón del tranvía calles arriba pasaremos al lado del Miradouro de Santa Luzía, primera ventana al Tajo en este recorrido. Si nos bajamos aquí podremos disfrutar de unas buenas vistas y éste es el punto en que es necesario bajarse si lo que queremos es visitar el Castillo de San Jorge, gran fortaleza de Lisboa que nos proporciona probablemente una de las vistas más bellas de toda la ciudad, divisando las siete colinas, que no son sólo patrimonio de la ciudad de Roma sino que la bella y misteriosa Lisboa también posee. Pero si seguimos con el traqueteo del eléctrico, nada más doblar la curva descubriremos lo que para mí es el punto más especial de toda la ciudad: el Miradouro de Porta du Sol, el magnífico escenario donde la vida campa a sus anchas. En ese punto el mundo se detiene, la vida cobra sentido, los recuerdos y las emociones afloran y uno encuentra a Lisboa más que nunca como parte de sí mismo. Desde allí se ve la Alfama, bajando hasta el Tajo con su saudade por bandera, el olor de la mar y los rumores de un fado que te eriza la piel. Al fondo Graça y el Monasterio de San Vicente da Fora, delante del cuál el eléctrico también tiene su parada.
Pero en la Porta du Sol hay que bajarse, cada vez que paso por ahí no puedo resistir la tentación de bajarme del eléctrico, de tomar un café mientras el sol acaricia mis ojos y me recuerda que estoy viva. Si algún lugar del mundo debiera llamarse tranquilidad, calma, sosiego, serenidad… sería sin duda éste. Podréis ver fotos, os lo podrán explicar una y mil veces pero hasta que no estéis allí nunca podréis sentir lo que de verdad se siente y se vive con un café humeante entre las manos, mirando a ese traicionero río que ya es más mar que otra cosa, pensando en toda la gente que salió de la Alfama y nunca volvió, reflexionando sobre lo que significa vivir y lo que significa luchar por ser feliz.
Como decía aquella canción popular portuguesa que mi querida Pasión Vega canta tan bien: «poemas del aire vendrás hasta ti, lejos de Lisboa y lejos de ti…» (…) «la ropa tendida al sol de la tarde, banderas de nadie, las calles en cuesta que suben a un cielo de azules que arden, plazas con palomas, puestos con claveles y de rosas blancas, la ciudad antigua guarda la memoria de un tiempo que escapa…»
Si continuamos el recorrido del eléctrico 28 bajaremos y subiremos tortuosas y estrechas callejuelas llenas de ropa colgada en las ventanas, balcones llenos de claveles, azulejos de San Antonio (de Padua), que nació en la Alfama y allí vivió su infancia y parte de su juventud. Pasaremos a las puertas del Monasterio de San Vicente da Fora y subiremos y bajaremos mil y una montañas hasta llegar al centro de la ciudad.
Pero el recorrido del eléctrico no es circular, sino un péndulo que sube y baja con su cadencia incesante, por lo que en este punto hay quehacer el camino de regreso desde sus asientos que huelen a nostalgia y a pasado, y recorrer de nuevo en sentido inverso todo lo ya recorrido, seguir maravillándose con la magia de una ciudad que nunca deja de sorprenderte, con una belleza serena y milenaria que transmite la Alfama y cuya luz una vez que la sientes nunca más podrás olvidarla. Hasta llegar al punto del que salimos y recorrer otras Lisboas muy diferentes a las que hemos visto en esta parte de trayecto.
Si ascendemos hasta Chiado sin duda iremos a otra ciudad diferente, a otras muchas ciudades que conviven bajo un mismo nombre y un mismo sentimiento. Chiado es la patria de los poetas y los bohemios, con su plazas anchas desde las que Camoes reina sobre la ciudad, y Pessoa, sencillamente sentado frente a Brasileira, nos saluda al pasar. Ascendiendo subiremos hasta la Basílica de la Estrela, dejando antes a nuestra derecha el Palacio de San Bento y mucho antes aún el Miradouro de Santa Catalina, otra maravillosa ventana al Tajo que merece pararse y hacerle una visita. Seguiremos subiendo y bajando mil calles empinadas, algunas estrechas, otras más modernas, algunas residenciales, otras decadentes, todas intensas.
Pero esta Lisboa ya no es la ciudad vieja, ya es una Lisboa renovada que no llora a pasado y a saudade. Y ascendiendo y ascendiendo al final llegaremos al Cementerio de Lisboa, un lugar de cuento de brujas como sacado de una Leyenda de Bécquer, tan precioso como inquietante, y que ya que allí finaliza el recorrido y es inevitable tener que bajarse (aunque luego la vuelta la hagas con el mismo eléctrico, te obligan a bajarte) creo que sí que merece la visita ya que estás justo a sus puertas. Y como estás en el otro extremo del péndulo, vuelve a subirte al eléctrico 28 y baja hasta el centro, la ciudad vieja, la Alfama, o la Porta du Sol, lo que prefieras.
Consejos si vas a montarte en el tranvía turístico de Lisboa
Consejo importante: OJO CON LOS CARTERISTAS!!! Como en cualquier lugar con turistas aprovechan las multitudes, y yo los he visto actuar en directo en el tranvía, subir, un pequeño tropezón, volverse a bajar y haber limpiado la cartera antes de que a nadie le diera tiempo de actuar. Las mochilas y los bolsos a la vista y bien agarrados, más vale prevenir…
Por otro lado, mejor evitar las horas punta y los fines de semana, es cuando el 28 se pone hasta los topes y el viaje puede hacerse pesado y un poco agobiante. Para mi gusto las mejores horas para disfrutar de la ciudad desde cualquier eléctrico son las últimas de la tarde, cuando Lisboa se tiñe de una luz a la vez mágica y melancólica, y la brisa que sube desde el Tajo alivia el calor y uno no puede evitar contagiarse un poco de la ‘saudade’portuguesa.
Mi experiencia
Estoy segura de que en otra vida yo fui lisboeta y viví en la Alfama, respiré saudade y canté fados bajo los cielos azules e intensos de este barrio al que adoro. Si me tocase la lotería me compraría una pequeña casita en la Alfama, en una callejuela estrecha pero luminosa, con los adoquines que huelen a mar, a nostalgia y a sueños truncados. Una casita a medio caer que pintaría de colores brillante y restauraría yo misma, abriría todas su ventas y sus balcones para que entrase la luz y el olor del mar y siempre tendría las puertas abiertas para todo aquél que quisiera llegar a compartir un café o un vaso de vino y una buena conversación.
El año pasado, cuando redescubrí Lisboa me enamoré de ella, de todas la ciudades que la conforman, de todas sus ilusiones y sus desengaños, y si pienso en ella pienso en la nostalgia y en su vocación de estrella cuya luz lo traspasa todo. Me he hecho la firme promesa de acudir a recorrer sus calles y sus misterios por lo menos una vez al año. Y en cada visita se hace inevitable subir y bajar de ese eléctrico 28 que aúna pasado y presente, con su figura amarilla, nostálgica y familiar que te hace sentir como en tu propia casa. Lo que hay que hacer es subirse a él con la vocación de viajero, no la de simple turista que hace muchas fotos y no se entera de nada.
Hay que saber captar la esencia de lo que vivimos y visitamos, pararnos una y mil veces, disfrutar del propio traqueteo del vagón, mirar por la ventana, dejar que el sol nos acaricie la cara, recordar nuestros sueños y vivir intensamente cada segundo. Ese tipo de cosas son a las que podemos aferrarnos en los días grises de rutina y de sueños frustrados, los que nos mantienen vivos y nos dan razones para continuar siempre hacia adelante.
Lisboa no se explica, Lisboa se siente y se vive. Uno tiene que llegar allí con la mochila vacía y la mente abierta, dispuesto a llenar ambos de experiencias, de sensaciones, de vida al fin y al cabo. Y sobre todo disfrutar de todo el tiempo que el destino nos haya regalado para disfrutar en este ciudad, sea poco o mucho, si se siente, se disfruta y se paladea, al final tendrás la sensación de haber hecho mucho más que una visita a una ciudad cercana, un viaje trascedente donde la historia y el hoy se dan la mano y tú eres uno de sus protagonistas.
Ingeniero de Telecomunicaciones y viajero incansable, trato de descubrir la historia y belleza de cada rincón del lugar que visito, por simple o sencillo que pueda parecer para dar a conocer al mundo sus secretos. ¿Te gusta viajar? Acompáñame en este viaje y disfruta conmigo del mundo. Los textos que encontrarás en esta web han sido escritos por muchas personas contando su experiencia en el lugar visitado, la web no se responsabiliza de la exactitud, lo actualizado que está su contenido y las opiniones vertidas en los textos. Si tú también quieres contar tu experiencia, puedes escribirnos un mensaje.