Venecia es una ciudad plagada de iglesias que constituyen un auténtico tesoro arquitectónico, y es prácticamente imposible visitarlas todas, todas ellas son hermosas, no creo que haya una sola iglesia que no valga la pena ver. Pero entre todas ellas hay una que recuerdo especialmente, por lo impactante que me resultó, pues tiene una de las bóvedas más increíbles que jamás he visto. Se trata de la desconocida iglesia de San Pantalón (en italiano), San Pantaleón (en español).
Esta iglesia se encuentra en el barrio de Dorsoduro, en los planos está perfectamente señalizada, pero ya sabéis que Venecia es un laberinto, y por muy pequeña que sea la ciudad dar con el canal correcto puede llevarte cuarenta y cinco minutos. Ese es el tiempo exacto que tardé en encontrar San Pantaleón desde la plaza de San Marcos, cuando en realidad no está a más de diez minutos. Pero tanta vuelta, y revuelta, y tanto desandar lo andado valió la pena.
La iglesia pasa casi inadvertida a los ojos del visitante, pues por fuera no llama nada la atención. La fachada es muy austera, como si estuviera inacabada (recuerda a la iglesia de San Lorenzo en Florencia), y de hecho es que está inacabada, carece de fachada desde el siglo XVII, cuando se empezó a construir, lo cual nos lleva a engaño, pues el interior es un exponente del barroco, y la iglesia está profusamente decorada. Ante la iglesia se abre una pequeña plaza que da a un canal, un foco de tranquilidad en la ajetreada Venecia.
El interior de la iglesia está ricamente decorado, digno del barroco, no es excesivamente grande, está dividido en tres naves, una más grande central, y dos más pequeñas laterales, separadas por arcos de medio punto y columnas con capiteles de estilo corintio, como tantas otras iglesias. Aquí, el quid de la cuestión está en el techo, una especie de pseudo capilla Sixtina (salvando las distancias, por supuesto), pero que os dejará con la boca abierta.
Se trata de una cubierta plana, así de simple, en la que Giovanni Antonio Fumiani invirtió veinticinco años de su vida en pintarla, ni más ni menos, pero el resultado fue francamente satisfactorio. Representa el martirio y apoteosis de San Pantaleón, y sin duda alguna que es apoteósico.
Cuando uno levanta la vista para admirar el techo cree estar viendo el techo más alto que ha visto en su vida, pero en realidad el techo no es tan alto como parece, es sencillamente un efecto óptico producido por la profundidad de la pintura, es increíble cómo una superficie plana puede dar tal sensación de profundidad, metros y metros, de verdad.
Si te fijas en la pintura, parece un auténtico caos arquitectónico, pero es precisamente por las columnas y arcos pintados que se consigue es efecto de altura indescriptible.
Es difícil definirlo con palabras, así que lo mejor será hacer un viajecito a Venecia y verlo con vuestros propios ojos.
Ingeniero de Telecomunicaciones y viajero incansable, trato de descubrir la historia y belleza de cada rincón del lugar que visito, por simple o sencillo que pueda parecer para dar a conocer al mundo sus secretos. ¿Te gusta viajar? Acompáñame en este viaje y disfruta conmigo del mundo. Los textos que encontrarás en esta web han sido escritos por muchas personas contando su experiencia en el lugar visitado, la web no se responsabiliza de la exactitud, lo actualizado que está su contenido y las opiniones vertidas en los textos. Si tú también quieres contar tu experiencia, puedes escribirnos un mensaje.