Iglesia de San Pantaleón
Descubre la Iglesia de San Pantaleón en Venecia, un tesoro arquitectónico con una bóveda única obra de Giovanni Antonio Fumiani. ¿Merece la pena verla?
Como es mi costumbre habitualmente, os pongo unas pequeñas pinceladas sobre Venecia, aunque seré breve porque prefiero extenderme algo más en otros aspectos; total, datos históricos se pueden encontrar en cualquier sitio, así que si hay alguien interesado lo tiene fácil.
La historia de Venecia comienza cuando las invasiones bárbaras de los siglos V y VI obligaron a los habitantes del Véneto a buscar refugio en las islas de la laguna veneciana; así fue como surgió la ciudad, que ya a finales del siglo XI se había convertido en una gran potencia mercantil. Uno de los habitantes venecianos más famosos es Marco Polo, que partió desde aquí a China, y simboliza como nadie el espíritu emprendedor que dicen que caracteriza a los venecianos.
A pesar de las invasiones turcas, la pérdida de territorios y el descubrimiento de América (que originó nuevas rutas comerciales), Venecia siguió siendo una gran potencia durante mucho tiempo, ya que su comercio atraía a gente de todas las nacionalidades. La ciudad fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, pero sólo sufrió daños menores porque los ataques iban más bien dirigidos a las zonas industriales vecinas.
Hoy día, Venecia es uno de los principales destinos turísticos del mundo, con los nada menos que veinte millones de visitantes que pasan por allí cada año.
Absolutamente todo el mundo me había dicho que perderse por Venecia es de lo más fácil, ya que hay tantísimas calles, canales, callejones, callejuelas y patios que incluso con un mapa en la mano es prácticamente imposible orientarse. Así que nosotros nos lo tomamos con calma y ya íbamos resignados porque total, tampoco podía ser tan difícil moverse por allí; y de todas maneras, si nos perdíamos en algún momento, pensamos que sería tan fácil como sentarnos en cualquier sitio a tomarnos un café o un helado, recobrar fuerzas y volver a la carga.
Al final la cosa no fue para tanto porque efectivamente puedes perderte si quieres, pero en muchísimos sitios te encuentras carteles que te indican la dirección hacia San Marcos, por un lado, y hacia piazzale Roma (donde está la estación de autobuses, a la entrada de la ciudad), por otro. Así que si tienes claro que quieres ir a la plaza de San Marcos o a la piazzale Roma, no tienes pérdida; otra cosa es que lo de perderte sea en plan voluntario, que desde luego te lo ponen en bandeja.
A grandes rasgos, los nombres de las calles venecianas siguen conservando la nomenclatura del siglo XI, que no tiene nada que ver con la del resto de ciudades italianas. Así, tenemos canales (que lógicamente no se consideran calles y los llaman canale; y si son estrechos rio), calles (que, a diferencia del resto de Italia, donde las llaman via, aquí sí se llaman calle), calles que discurren junto a los canales (que se llaman fondamenta), calles pequeñas flanqueadas por casas y tiendas (llamadas ruga o rughetta), las primeras calles que se pavimentaron (llamadas salizada o salizzada), callejones pequeñísimos (que son ramo), calles sin salida (llamadas corte), muelles (o riva), calles que pasan por debajo de edificios (esta palabra me encanta: sotoportego), plazas (todas llamadas campo o campiello según su tamaño, excepto la de San Marcos, que sí recibe el calificativo de piazza, y la de la estación de autobuses, que al ser más pequeña se llama piazzale).
Si no era bastante con todo esto, la numeración de las calles es para terminar de volverse loco. En lugar de estar numeradas calle a calle, cada barrio tiene asignada una serie numérica y a veces resulta bastante complicado encontrar un número concreto dentro de una calle. Vamos, era de lo más chocante ver un callejón enanísimo con una placa que por ejemplo tuviera el número 4278… En fin, que supongo que los que viven allí verán de lo más fácil llegar a un número concreto de una calle concreta, pero yo me fui de allí con serias dudas de si sería capaz de lo mismo…
Además de callejear, la mejor manera de moverse por Venecia es, por supuesto, el vaporetto. Los vaporettos son como los autobuses urbanos que tenemos en cualquier ciudad, pero lógicamente van por el agua. Es muy fácil orientarse con ellos aunque no conozcas la ciudad, como era nuestro caso; con mirar en la marquesina en qué dirección quieres ir y cuál es el número de vaporetto que debes coger, no hay mayor problema.Si tienes previsto no sólo patearte Venecia sino también viajar por los canales o ir a las islas, lo mejor es comprar un billete de los que incluyen viajes ilimitados durante un tiempo, porque cada billete individual cuesta nada menos que 6 euros (si además llevas equipaje o algún bulto te cobran más) y no merece la pena, a no ser que tengas claro que vas a coger el vaporetto sólo una vez.
Nosotros compramos un billete válido para 24 horas, que servía no sólo para los vaporettos sino también para los autobuses que van hacia Mestre. En nuestro caso no nos hacía falta coger ningún autobús porque dejábamos el coche en uno de los aparcamientos de piazzale Roma. Pero el billete sí que lo amortizamos a base de bien, porque nos costó 16 euros a cada uno y la verdad es que nos dimos ni sé cuántos rulos en vaporetto.
Otra de las cosas típicas que se suelen hacer en Venecia es dar un paseo en góndola. Lo del vaporetto es lo más práctico para moverse de un sitio a otro, pero lo de tener una góndola para ti solo es de lo más tentador. Al final nosotros no llegamos a viajar en góndola, porque aquello venía a costar alrededor de 60 euros por persona para un rulo de una media hora; y sinceramente, será muy bonito y todo lo que tú quieras, pero como todas las cosas que están pensadas para los turistas, a mí me parece un abuso. Y además de que hacía un poco de aire y las góndolas se movían cosa mala, resulta que por ese precio el gondolero ni te cantaba el O sole mio, así que dijimos aquello de «apaga y vámonos».
Para empezar debemos de situarnos un poco, Venecia se divide en seis distritos o sestieri, San Marcos, Castelo, Cannaregio, San Polo y Dorsoduro. Así que la visita a estos lugares la vamos a hacer por distritos.
Es el barrio y el lugar más famoso de Venecia, donde están sus principales atractivos, pero también es el lugar más frecuentado, por turistas, donde todo es más caro y donde la multitud de personas puede llegar a agobiar.
Todos estos lugares, los vemos dentro de la Plaza de San Marcos, pero dentro del barrio hay muchos otros lugares, así que los vamos a ir comentando siguiendo un itinerario a través del distrito. Justo desde la fachada de la plaza opuesta a la Basílica de San Marcos, nos adentramos por el soportal y llegamos a los lugares reseñados.
Desde la misma plaza de San Marcos y siguiendo las indicaciones que encontramos en todas las paredes llegaremos al primer lugar de obligada visita en este distrito el Puente de Rialto.
Desde aquí y callejando un buen rato unos 15 minutos nos dirigimos hacia el Oeste de la ciudad hasta llegar a:
Por último en este distrito nos faltaría uno de los principales palacios que se conservan, pero es más fácil llegar desde el distrito de Cannaregio, o bien, cuando demos nuestro paseo por el Gran Canal.
Es el distrito más extenso de la ciudad, y quizás por eso el menos visitado, vamos a dividir la visita de este lugar en dos lugares, la parte del distrito que limita con San Marcos y la que limita con Cannaregio.
Si seguimos desde la plaza de San Marcos hasta el puente de los suspiros y a la parada del Vaporetto de Zacaría, nos habremos yá adentrado en este distrito.
Si tuviéramos tiempo y ganas, y siguiéramos por la orilla del gran Canal hasta el Este, llegaríamos a un lugar muy interesante pero bastante alejado del centro de Venecia.
Si ahora nos adentramos en el barrio desde el Puente de Rialto debemos de visitar
Igualmente desde el puente de Rialto nos adentramos en este distrito y lo primero que visitaremos es:
Desde aquí y dando un paseo apañado nos dirigimos a:
Desde aquí podemos cruzar en el traguetto y en cinco minutos volvemos a estar en el puente de Rialto, en este paseo por este distrito, nos habremos alejado un poco de la Venecia más turística, para conocer la Venecia de los Pocos venecianos que viven aquí.
Estas tres últimas islas se visitan con la misma línea de Vaporetto, que sale desde Fondamenta Nove, quizás es interesante ir primero hasta Torcello y luego ir bajando hasta Murano.
Y estos son los lugares que aconsejo para una visita a Venecia de tres días íntegros y unas cuantas horas de una mañana como fue mi caso. Decir que el mero hecho de callejear es un placer, y además sin querer iremos encontrado iglesias, palacios, puentes canales de especial interés, muchos de ellos incluso vendrán recomendados en nuestra guía, o en guías de internet y los vamos a encontrar por casualidad y otros lugares por más vueltas que damos no los vamos a ver.
A pesar de todas las cosas bonitas que se pueden ver en Venecia, esta ciudad es mucho más. Para mi gusto, después de ver aunque sea lo más básico, no te deberías marchar de allí sin haberle dedicado un tiempo simplemente a pasear por sus calles, sin fijarte en la hora que es ni en el destino que llevas, y por supuesto sin pararte a pensar en si te vas a perder o no.
Es una maravilla poder recorrerse todo ese entramado de calles, callejones, canales y canalillos. Llegas a una calle que de repente se bifurca, y no sabes si continuar por la derecha o por la izquierda; continúas al azar y sales a una plaza en la que confluyen un montón de callejuelas; eliges una cualquiera y de repente apareces en un puente; cruzas un canal por ese puente, giras por otra calle y encuentras una librería con primeras ediciones de libros famosos; o ves un poco más adelante una tienda con máscaras y disfraces de carnaval (de esto hay para aburrir en toda la ciudad); o llegas a una de artículos de regalo, que principalmente suelen ser cosas hechas con cristal de Murano; ves otra con todo tipo de objetos con el logotipo de Vespa; una papelería con infinidad de artículos de escritorio, cuyos escaparates me podría pasar horas y horas mirando… O incluso un Hard Rock Cafe ahí medio escondido, o una casa con una placa conmemorativa en la que te cuentan que Mozart se alojó allí durante las celebraciones del carnaval veneciano del año 1771.
Aunque hay tantas tiendas que si buscas cualquier artículo lo vas a encontrar seguro, lo que sí recomiendo es que si ves uno concreto que te guste, lo compres directamente en el sitio donde lo hayas visto, y que sea en ese mismo momento. Porque sobre todo con las papelerías, yo vi un montón de cosas que me gustaban, y si hubiera tenido intención de volver a cualquiera de las tiendas para comprar algo, creo que no habría sido capaz de encontrarlas de nuevo a no ser que, como la primera vez que las vi, el destino del callejeo me hubiera llevado otra vez hasta ellas por azar.
Aunque ha habido varias personas que se han sorprendido cuando lo he dicho, sobre todo teniendo en cuenta (como estas personas me dijeron) que en nuestro viaje habíamos incluido una visita a Florencia, tengo que decir que Venecia fue la ciudad que más me gustó de todas las que visitamos. Ha habido cosas concretas de otras ciudades que también me han gustado, pero como ciudad en todo su conjunto, Venecia ha sido la que más.
Puede que también influya el hecho de que tenía muchísimas ganas de conocer esta ciudad, de la que tanto había oído hablar; aunque también es cierto que esto es peligroso, porque puede que te esperes demasiado y luego te lleves una desilusión. Pero no ha sido este el caso. Así que, si fuera posible, la verdad es que me encantaría poder repetir la visita a esta ciudad no sólo una, sino muchas veces más (durante los carnavales seguro que tiene que ser espectacular, aunque me imagino que será prácticamente imposible encontrar alojamiento y, en caso de tener suerte, la cantidad de gente que habrá igual hasta supera a los que hay en verano).
Un detalle que nos llamó mucho la atención fue la tranquilidad que se respiraba dentro de la ciudad, a pesar de la cantidad de gente que había por allí (en cuanto te ponías a callejear había bastante menos, todo hay que decirlo) y a pesar de que, cada dos por tres, oías a algún transportista que iba con su carrito gritando aquello de «attenzione, attenzione» para que la gente se apartara y dejara pasar. Y fue al salir de Venecia y volver al tráfico caótico italiano cuando nos dimos cuenta de que efectivamente, parte de esa tranquilidad se debe a que en Venecia no circulan los coches…
Aunque ya sabía de antemano el tiempo que íbamos a pasar allí, me marché con ganas de quedarme algún tiempo más para poder seguir explorando sus calles y la cantidad de rincones que desde luego nos hemos dejado sin descubrir.
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