San Bernardino alle Ossa
Visitamos San Bernardino alle Ossa: la iglesia de los huesos de Milán. ¿Merece la pena visitarla? ¿Cuál es su leyenda? Te cuento mi opinión!
¿Qué decir de Milán? Todos conoceréis esta ciudad, sino porque habéis estado, sí porque habréis oído mucho sobre ella. Milán representa la moda, la elegancia y la vanguardia en cuanto a diseños y diseñadores, y esto se pone en evidencia incluso en las búsquedas sobre qué ver en la ciudad cuando estamos preparando el viaje. Un ejemplo de ello, es que cuando buscaba información general sobre Milán casi me aparecían más referencias sobre su famoso Quadrilatero d’ Oro (la zona más exclusiva y cara por excelencia de la capital con tiendas de grandes firmas), que sobre sus monumentos o museos. Pero Milán también es la capital económica y financiera de Italia, además de ser uno de los de los mayores centros universitarios, editoriales y televisivos de Europa.
Aún así, si no os gusta toda la parafernalia de la moda, Milán sigue siendo un sitio perfecto para escaparos un par de días porque tras esa fachada de glamour y lujo, se esconden verdaderas joyitas con las que seguro que disfrutareis. Cierto es que si os gusta la moda y además os gusta el arte, entonces Milán será un pequeño paraíso donde viviréis bonitos momentos.
Para nosotros Milán era un punto más que conquistar en el mapa viajero, nos apetecía visitar el impresionante Duomo, ver de cerca el famoso mural de Da Vinci “La última cena”, o caminar por el Parque Sempione; y es que Milán es una ciudad que os permitirá visitar obras de arte, os dejará tiempo para tomar un capuchino resguardados del intensísimo frío invernal en algunas de sus muchos cafés, y también os dará una tregua para pasear por sus calles empapándoos del ambiente. Podría decirse que es una ciudad que os ofrece turismo a la par que la relativa tranquilidad del que vive allí.
Me gustaría daros algunos datos prácticos que pueden seros de utilidad si planeáis un viaje a tierras milanesas. Como yo he estado en invierno, debo hablaros de esta estación y preveniros de lo que podéis encontraros.
Los inviernos en Milán son fríos y húmedos, este año la intensidad de frío ha sido muy acusada debido a la ola de frío siberiano que azotó a Europa a finales de diciembre, lo cual hizo que nevara muchísimo durante nuestra estancia en Milán.
La primera tarde que estuvimos allí empezó a nevar con fuerza cubriéndose todo de blanco, y lo que a priori parece una postal de Navidad muy bella, acaba tornándose un engorro, pero en fin, es lo que tiene viajar en invierno a una ciudad relativamente cercana a los Alpes.
Las temperaturas prácticamente se mantuvieron en negativo, llegando a los -6º C, y las máximas no superaron los 2ª C, de modo que debéis ir muy abrigados y en ocasiones, aún así, se os meterá el frío en el cuerpo.
Es recomendable por tanto ir abrigado y llevar un paraguas en la maleta si vais en invierno.
Moveros por Milán os resultará sumamente fácil, y es que la ciudad cuenta con una extensa red de transporte público (de hecho es la más importante de Italia) que consta de tres líneas de metro, autobús y antiguos tranvías al más puro estilo lisboeta.
Lo más aconsejable es que compréis una tarjeta de transporte que os valga para varias jornadas, nosotros nos hicimos con una especie de bono válido durante 48 horas por un precio de 5.50 euros. Esta tarjeta la adquirimos en una de las oficinas del metro, pero también las venden en los kioscos callejeros de prensa y souvenirs.
A pesar de que el domingo sobre las 12 del mediodía debía caducarnos, estuvimos utilizando la tarjeta hasta las 14 y pico de la tarde, así que no sabría deciros si tuvimos suerte (los cuatro es mucha casualidad) o es que la duración de 48 horas es relativa.
Como es obvio, con un bono así podéis subir al metro, al autobús o al tranvía. Nosotros no utilizamos el autobús, pero sí el metro casi en exclusiva, y un par de veces el tranvía. Como curiosidad os diré, que los antiguos tranvías Milán datan de 1928 y todavía dan servicio.
A nivel de transporte, la verdad es que os moveréis sin ningún problema y con mucha facilidad.
Este apartado es más que nada para que sepáis cómo podéis llegar desde el aeropuerto de Malpensa hasta la ciudad y viceversa.
Malpensa es el aeropuerto internacional de Milán, se encuentra a unos 45 kilómetros al nordeste de la ciudad y tiene dos terminales.
Lo más importante que debéis conocer sobre este punto es cómo llegar en transporte público. Hay dos opciones, una vez que aterricéis en Malpensa y tengáis que desplazaros hasta Milán podéis hacerlo por tren o por autobús (a menos que queráis dejaros una pasta en el taxi).
Bien, si estáis en la terminal 1 (aquí es donde nosotros estuvimos todo el tiempo, tanto a la ida como a la vuelta), podéis coger el “Malpensa Express” que es un tren que llega hasta la estación de Cadorna y de ahí podéis moveros en metro hasta vuestro alojamiento, si no está en esa zona. Lo malo de este tren es que tarda unos 40 minutos y su precio ronda los 10 euros, además de que su frecuencia es malísima.
Por otra parte, podéis utilizar alguna de las empresas de autobuses que os dejan en la Estación Central, y cuya opción yo os recomendaría. Nosotros en concreto utilizamos un autobús de la empresa “Air Pullman” cuyos billetes de ida y vuelta habíamos adquirido a través de internet desde España (http://www.airpullman.com/), ahorrándonos algo. Sin embargo, podéis comprar el billete antes de subir al autobús sin problemas y el precio de cada uno es de uno 7,50 euros. Estos autobuses tienen bastante frecuencia y los cogeréis en la terminal 1, donde también está la parada de taxis.
Una vez que lleguéis a la Estación central, podréis desplazaros en metro o tranvía (opción que nosotros utilizamos para llegar al apartamento que teníamos reservado).
El 7 de diciembre es el día de Sant’Ambrogio, el patrón de Milán. Las ciudades ganan cuando hay fiestas, aunque eso implica aglomeraciones, así que es mejor saberlo de entrada. A nosotros nos pilló en plena celebración, el día 7 además fuimos a la basílica de Sant’Ambrogio y vimos como la crème de la crème de la ciudad salía tras la misa, con el obispo bendiciendo. A parte esto y de alguna feria de Oh Bej, típica del patrón y que seguro que se alarga hasta Navidad, la fiesta patronal pasa más bien desapercibida.
Si acaso, lo único que notamos es que el día 7 (domingo) había muchas más gente en la calle que el día 6 (sábado), pero no porque se organizaran actividades ni nada, simplemente la gente había salido a la calle.
Como os he dicho hay bastante cosillas por ver, pero sin agobios, un fin de semana os dará para ver lo fundamental, aunque por supuesto siempre es mejor pasar un par de días más para no dejar nada en el tintero. Sin embargo, hay ciertos puntos que nos os podéis perder, y estos son los siguientes:
Nunca se me olvidará cuando saliendo de la boca de metro de Piazza Duomo, miré hacia la izquierda y quedé impresionada por el pasadizo que forma la Galleria Vittorio Emanuele II, y entonces, miré al frente y apareció el Duomo. No pude dejar de exclamar “oh” durante un rato.
El Duomo es una catedral gótica (para mí ya está todo dicho, amo el gótico por encima de cualquier otro estilo), emplazada en la Piazza de nombre homónimo. Decir que es impresionante es como no deciros nada, las fotos no le hacen justicia, es una catedral imponente, siendo la cuarta catedral romana más grande del mundo detrás de la de Sevilla, la catedral de San Pablo en Londres y de la basílica de San Pedro, en Roma.
Su construcción se inició en 1386 bajo el dominio de los duques de Visconti, y hoy en día recuerda a las catedrales e iglesias góticas de centro Europa, concretamente a aquellas que se encuentra en Francia y Alemania.
La iglesia está abierta todos los días de 7 a 19 horas, la entrada es gratuita (algo que me gustó), aunque eso sí, previamente hay que enseñar el contenido del bolso o la mochila a los guardias de la puerta. No sé si se debió a que una réplica en miniatura de la catedral fue lanzada a Berlusconi días antes de nuestro viaje, pero tanto en la puerta de acceso a la catedral, como en la zona donde se venden las entradas para la azotea, había militares.
Si su fachada exterior es bonita, su interior es realmente impresionante, he leído en la wikipedia que puede albergar 40.000 personas en su interior, así que os podéis hacer una ligera idea de su tamaño. Lo que más me gustó sin duda, son sus vidrieras, enormes vidrieras que parece que cobran vida con sus llamativos colores.
Os llevará un rato pasear por su interior, deteneros en sus estatuas, en sus frescos, en admirar sus vidrieras o contemplar los tres magníficos altares de Pellegrini, entre otras cosas.
Tras la visita a su interior, decidimos subir a los tejados, para ello debéis dirigiros a la parte posterior izquierda de la catedral, allí podréis comprar las entradas (5 euros si subís andando u 8 si preferís ascensor). Aquí es donde se me quedó la espinita clavada, y es que no pudimos subir debido al mal tiempo. Es lo que tiene viajar en invierno, que por razones de seguridad las zonas altas de las catedrales y otros edificios son difíciles de ver. Sinceramente, me fastidió muchísimo no poder subir.
En los tejados podríamos haber visto esculturas varias, así como un bosque de pináculos y chapiteles. Habríamos quedado también cerca del punto más alto del templo, “La Madonnina”, que es una obra de cobre dorado que representa a la Virgen de la Asunción, y que mide la friolera de 4,16 metros, aunque desde la plaza no parece más que un punto dorado.
No sólo el Duomo es bonito por lo que es, por su fachada en tonos blancos, su recargamiento y su tejado terminado en cientos de agujas, sino también porque queda rodeado de la bonita y bulliciosa Piazza del Duomo, donde encontraréis la mayor horda de turistas y viandantes milaneses, fotografiándose o dando de comer a las muchísimas palomas que habitan la plaza. En el centro, y presidiendo la misma, la gran estatua de Vittorio Emanuele II con el león a sus pies.
Justo al lado de la catedral, encontraréis las famosas Galerías de Vittorio Emanuele II. El arquitecto encargado de su construcción fue Giuseppe Mengoni en 1865, y fueron dedicadas al primer rey de Italia. Se las conoce como “el salón de Milán”.
Está cubierta con una impresionante estructura de hierro y cristal en forma de cúpula con una altura de 50 metros, que permite la entrada de luz a este “Salón”. En la Galería se albergan restaurantes, librerías y famosas y carísimas tiendas de moda como Louis Vuitton o Prada.
La galería conecta dos de los puntos más importantes de Milán: El Duomo y el Teatro della Scala. Como curiosidad, si entramos en la galería por la Piazza del Duomo lo haremos a través de un gran arco del triunfo.
En la galería podéis tomar un capuchino en el famoso café Zucca, inaugurado en 1867 a la vez que la propia Galería, y que aún mantiene la decoración original, como bellos mosaicos al estilo Liberty.
Ir a Milán y no visitar el archiconocido Teatro della Scala, es casi como irse de allí sin ver el Duomo. No hace falta decir que es uno de los teatros de ópera más importantes del mundo, donde las mejores sopranos y tenores han deleitado a un público bastante exclusivo en general. Aún así, podéis encontrar entradas en su página web por unos 20 euros y, teniendo en cuenta la distribución de los asientos, la acústica debe ser estupenda en cualquier zona por lejos que estemos del escenario. Se encuentra en la Piazza della Scala frente al Palazzo Marino, que alberga actualmente el Ayuntamiento.
Nosotros no tuvimos la oportunidad de poder asistir a ningún acto porque no nos pusimos de acuerdo, pero os aseguro que yo gustosamente habría pagado ese dinero por ver una ópera o ballet allí, y es que además fuimos en plena temporada, ya que ésta suele iniciarse el 7 de diciembre, día de San Ambrosio, santo patrón de Milán.
Para desquitarnos un poco, decidimos visitar el museo anexo al propio edificio del Teatro, cuyo horario es de 9 a 12.30h y de 13.30 a 17.30h, y cuya entrada vale 5 euros. Lo malo es que en el interior del mismo no podemos hacer fotos, así que debemos hacer memoria visual para recordar el mismo.
La visita al museo nos permitirá ver una colección de pinturas donde aparecen famosos músicos y actores (como María Callas), así como diversos instrumentos musicales de interés histórico, trajes de la época, antiguos juegos de mesa que utilizaban en el vestíbulo del teatro, y una preciosa colección de figuras de cerámica y porcelana que representan personajes de la Commedia dell’ Arte.
Podemos ver también antiguos documentos y partituras, así como un contrato firmado por Giuseppe Verdi, que siempre estuvo muy relacionado con este teatro.
Para finalizar la visita, podremos asomarnos al teatro en sí mismo desde uno de los palcos que queda justo enfrente del escenario, pudiendo apreciar la belleza de este teatro, su pequeño escenario, sus butacas recargadas o la zona de orquesta.
Sin duda, la visita merece mucho la pena.
Situada en la propia Piazza Santa Maria delle Grazie se encuentra la iglesia con el mismo nombre, una iglesia singular que comenzó a ser construida en pleno gótica, en 1492, y fue terminada por Bramante en pleno renacimiento.
La verdadera joya de esta iglesia se encuentra en el refectorio, conocido como el Cenacolo Vinciano, donde ni más ni menos, podéis contemplar la famosísima obra de Leonardo Da Vinci, “La última Cena”.
Para poder contemplarla, deberéis reservar con tiempo y obligatoriamente, así que olvidaros de comprar la entrada allí mismo. Para adquirir las entradas, podéis hacerlo a través de la web http://www.cenacolovinciano.org/, que fue donde nosotros las compramos a mediados de noviembre. El precio es de 6,50 euros (tarifa general, aunque hay descuentos según edades). El Cenacolo está abierto de martes a domingo desde las 8.00 a las 18.30 h. (última entrada a las 18.15 h).
Es curioso porque tienes una hora específica en tu reserva, entras con un grupo formado por unas 20 personas y pasas por distintas salas acristaladas antes de llegar al refectorio. Una vez allí, tienes 15 minutos para deslumbrarte con los detalles de la obra de Da Vinci, ayudándote con una serie de paneles explicativos donde se comentan algunos de los detalles del mural (ninguno en español, por cierto). La verdad es que me impresionó y los 15 minutos se hacen muy cortos. Luego salís directamente por la tienda, donde podréis comprar toda clase de libros que explican detalle a detalle la obra, así como muchos souvenir relacionados.
El Castillo Sforzesco se emplaza en la Piazza del Castello, muy cerca de Piazza Cadorna. Es interesante su visita, no sólo por su fachada exterior que nos presenta un edificio de planta cuadrada y cuatro torres angulares, sino porque alberga actualmente un museo de arte. Su horario va desde las 9 hasta las 18 horas en invierno y la entrada es gratuita.
En él encontraremos el Museo Arqueológico, el Museo de Arte Antiguo (que incluye la última escultura de Miguel Ángel, la “Piedad Rondamini”), y una pinacoteca con pinturas que abarcan desde el siglo XIII hasta el XVIII. En general, es una visita bastante interesante, aunque difícil de ver en un solo día.
Sobre los Jardines Sempione deciros que quedan justo detrás del Castillo, es un lugar muy tranquilo y realmente bonito (nosotros lo encontramos completamente nevado, así que le daba una apariencia de cuento) donde encontraréis pequeños lagos, prados, bosques y diminutos puentes. De los monumentos del parque son interesantes de ver la Arena Napoleónica, la Torre proyectada por Giò Ponti y la Triennale de Milán.
No quiero alargarme más, así que brevemente os comento otros sitios de interés que puedan haceros la visita más agradable. La Piazza de Mercanti está situada cerca del Duomo y está rodeada de edificios históricos de gran interés, como el Palacio de la Razón (siglo XII) y la Loggia de los Osii. Nosotros no pudimos contemplar estos edificios en todo su esplendor porque había mercado, no sé si era debido a la Navidad, o es que lo ponen los fines de semana. De todos modos os diré que el mercado en sí es precioso, encontraréis desde puestos más turísticos, hasta puesto con piezas artesanales, antigüedades, muchos otros con cremas y jabones artesanales también (donde me compré varias cositas), y los más llamativos, los puestos de comida: quesos, carne y muchos dulces y golosinas que entraban por los ojos, y muchos de ellos con tamaño más que considerable.
Sobre la Basílica de San Ambrogio destacaré que se encuentra en la plaza de nombre homónimo y está dedicada a San Ambrosio, patrón de Milán y uno de los cuatro padres de la iglesia latina. Es una de las iglesias más antiguas de Milán, edificada entre 379 y el 386, y es de estilo románico.
Por último, en Corso Di Porta Ticinese (un poco más alejado del centro), se encuentra la Columnata de San Lorenzo, que son las ruinas romanas más conocidas de Milán. La Columnata queda justo enfrente de la Basílica de San Lorenzo (donde entramos y curiosamente tanto el cura como los feligreses eran asiáticos, yo diría que japoneses). Estas columnas fueron tomadas de un templo o casa de baño público que data del siglo II.
Allá por el año 600 a.C., los celtas fundaron la ciudad, que unos 400 años más tarde fue conquistada por los romanos; éstos le dieron el nombre de Mediolanum (esto ya me lo sabía por las clases que di en la universidad sobre fondos bibliográficos antiguos, donde entre otras cosas aprendimos el nombre latino de muchas ciudades europeas). Con los romanos, el desarrollo económico de la ciudad se dio principalmente por su estratégica situación, entre las rutas principales de comunicación de la zona del río Po.
Como curiosidad, en el siglo IV Milán se convirtió en la capital del imperio romano y lo fue durante un tiempo. Tras la caída del imperio, fue ocupada entre otros por los ostrogodos. Durante las guerras de éstos con los bizantinos, en el siglo VI, la ciudad fue totalmente saqueada y arrasada. Posteriormente, en el siglo VIII, pasó a manos de Carlomagno. A finales de este siglo, Milán recuperó su antigua prosperidad, principalmente de la mano de los nobles, hasta el siglo XI; aunque el mayor auge se alcanzó entre mediados del XIV y principios del XV. Posteriormente la ciudad fue gobernada por el rey francés Francisco I, y posteriormente por nuestro Carlos I, hasta 1713, en que fue cedida a Austria.
A mediados del siglo XIX, Austria cedió el control al reino de Piamonte-Cerdeña, que después se convertiría en el Reino de Italia. Tras la Segunda Guerra Mundial, Milán fue uno de los motores para la reconstrucción del país; hoy día es el corazón de la política y la economía italianas, además de ser un enorme centro comercial e industrial a nivel internacional, y por supuesto la capital de la moda.
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