Iglesias di Santo Stefano
Descubre el recorrido de las Iglesias di Santo Stefano en Bolonia, un rincón con mucho encanto, belleza, valor histórico y religioso. ¿Cuántas son?
La ciudad de Bolonia se localiza en el mapa casi en el norte de la bota que es el perfil de Italia, centrada en el valle de Po , al pie de los montes Apeninos, en la confluencia del valle del Rin y el Savena, cerca de la ciudad de Módena. Es una de las ciudades históricas mejor conservadas y tiene el segundo casco antiguo medieval más grande de Europa, después del de Venecia.
Lo más característico de la ciudad en el aspecto arquitectónico son sus pórticos: 38 kilómetros bajo techo. Y lo que más me llamó la atención es cómo a través de éstos se percibe claramente el nivel, la clase en la que estamos; también aquí hay diferencias: hay pórticos de barrio alto y otros más humildes.
Pero Bolonia, por supuesto, es mucho más. Su mayor riqueza, la historia que encierra desde que fuera fundada por los etruscos, cuando en vez del nombre actual se la conocía como Felsina . Después, ya colonia romana, se llamó Bononia , un nombre que comprobé usan a menudo como nombre propio de bares, comercios, incluso marcas.
Durante el Renacimiento, Bolonia se convirtió en centro de cultura y una de las mayores ciudades de los Estados Papales y su decadencia empieza a manifestarse a partir de 1506, cuando la ciudad pasar a formar parte de los dominios de la Iglesia, bajo cuyo poder se mantuvo, hasta la unificación de Italia entre 1859 y 1860 (de la que se ha celebrado recientemente el aniversario).
Administrativamente la ciudad se divide en nueve barrios: Borgo Panigale, San Donato, San Vitale, Savena, Navile, Porto, Zaragoza, Santo Stefano, Reno, que se corresponden con las puertas de entrada que tenía la ciudad (que eran 12 y de las que quedan 9).
Creo que llegué a ver la mayoría, aunque hay que caminar mucho para verlas (están todas en lo que eran las afueras de la ciudad), una de ellas ( San Vitale ) estaba muy cerca del hotel en el que estuvimos alojados y es, por tanto, la que mejor conocimos, aunque se parecen bastante entre sí.
Uno de los símbolos de Bolonia, las dos torres se alzan, torcidas, casi juntas, en una pequeña plaza, en pleno centro, en un espacio de configuración totalmente medieval. Esto le da su encanto (y la incomodidad de lo difícil de circular). Se llaman Garisenda y Asinelli , que son los apellidos de las familias que las mandaron construir.
Turistas revoloteando alrededor y algunos, valientes, que se animan a subir (no yo, desde luego….demasiadas torres subidas, demasiados vértigos y claustrofobias sufridas en mi curriculum viajero….no, gracias) y la sensación de haber retrocedido en el tiempo al pasar por ahí, si no fuera por el ruidoso y pestoso tráfico.
La Universidad es otra de sus singularidades: en 1088 se fundó la considerada primera universidad en el mundo occidental ( Alma mater studiorum ). Hoy en día, como siempre, gran parte de la vitalidad que se percibe en ella se debe a sus universitarios. Se calcula que de los 800.000 habitantes de Bolonia y su área metropolitana, 100.000 son estudiantes de la histórica universidad. Con la implantación de las becas europeas Erasmus , la internacionalización ha enriquecido esta colonia de estudiantes (de los cuales, por cierto, más de la mitad, son españoles).
Desde las dos torres, comienza via Zamboni , la calle de la UnIversidad y de los estudiantes, donde se ubican los pubs (¡ nunca he visto una ciudad con tantos bares y pubs !), la piazza Verdi (ahora en obras y cerrada. El ambiente estudiantil se palpa y se percibe en tantos garitos, pequeños locales de comida rápida (y barata).
El Palazzo Poggi es el actual rectorado de la Universidad.
Merece la pena conocer el Aula Carducci , un aula universitaria tal y como era en el siglo XIX, coronada por el retrato de Carducci
Lo más curioso es el Museo de Medicina en la primera planta en la que, tras pagar 3 euros de entrada, se pueden visitar salas, de las que destaca la sala Camilla, dedicada a la obstetricia y ginecología. En otra planta, el museo del estudiante igualmente curioso, muestra cómo eran los estudiantes europeos a lo largo de la historia, a través de libros, música, fotos, trajes…
Hay también una parte dedicada a los barcos, pero a mi ésta me interesó menos, aunque los amantes de los barcos pueden disfrutar de lo lindo.
En la Piazza Santo Stefano destaca el complejo conocido como las Siete Iglesias: un bellísimo conjunto de iglesias románicas y capillas, unidas por un patio y un claustro que fue, personalmente, lo que más me llamó la atención. El núcleo originario fue construido en el siglo VIII sobre un templo pagano dedicado a Isis, la planta arquitectónica es marcadamente románica, a pesar de algunos cambios introducidos posteriormente.
Son dos plazas, pero están unidas y casi forman una única y enorme plaza.
Supongo que aquí está el centro-centro de Bolonia. Hervidero de gente a lo largo del día, por la noche se calma un poco su movimiento, aunque no deja de tener vida (sobre todo cuando hace buen tiempo) y, de hecho, el movimiento llamado 15-M en España, que allí llaman «Italian Revolution» se ha instalado en la Piazza Nettuno, y, al igual que en nuestro país, reparten panfletos, realizan asambleas y se juntan para idear estrategias que mejoren y cambien la situación de política estancada y dominada por los mercados y la burocracia en que nos encontramos.
Los cinco días que hemos estado en Bolonia, éste ha sido lugar de paso casi obligatorio y hemos visto de todo un poco: desde los jóvenes asamblearios por la noche hasta un hombre subido sobre la figura de Nettuno, al que los bomberos trataban de convencer de que bajase (¿alguien se acuerda del personaje de Amarcord en que un hombre subido a un árbol pedía a gritos una mujer…..»voglio una donnaaaaa»?). No sé muy bien qué reivindicaba, pero al final, consiguieron bajarlo.
Por las noches, era curioso escuchar los floridos y filosóficos discursos de los universitarios (se nota que hacen la mayoría de exámenes orales) hablando acerca de cómo cambiar el mundo, mientras los paseantes los escuchábamos disfrutando de los maravillosos helados italianos (meditando quizá acerca de esos años en que también nosotros queríamos cambiar el mundo….)
Hay que visitar desde luego, en la plaza Mayor, la Basilica De San Petronio, una de las iglesias góticas más importantes del mundo, cuya portada central está adornada con esculturas renacentistas. Lo que me sorprendió de ella es la inmensidad. La visita no cuesta dinero, aunque había gente pidiendo aportaciones y creo que para entrar a determinadas dependencias sí cobran una pequeña entrada.
Tampoco se puede dejar de lado el Palazzo d’Accursio , que fue ayuntamiento durante muchos años y que ahora es un complejo de edificios, en algunas de cuyas dependencias exigen un ticket para entrar a visitarlo. En nuestro caso, visitamos únicamente las salas de libre acceso, porque lo más impresionante es el propio edificio.
La Sala Borsa fue uno de los edificios más sorprendentes y bonitos que vimos en la ciudad. El antiguo edificio de la Bolsa, que conserva el nombre, es hoy en día un edificio multiusos, principalmente una biblioteca de libre acceso, con un patio precioso, bajo cuyo suelo cristal puede verse una red de galerías subterráneas que nos descubren la Bolonia romana y etrusca, cafetería, y los salones superiores en los que hay exposiciones de proyectos arquitectónicos, exposiciones, etc. Magnífico edificio que no se puede dejar de visitar.
No le va a la zaga el Palazzo dell’Archiginnasio , uno de los más importantes edificios de la ciudad y que fue sede de la Universidad, entre 1563 y 1838. Construido entre 1562 y 1563 (aunque posteriormente reconstruido) su interior rico en historia y obras de arte. No se puede visitar todo, ya que desde 1838 es la sede de la Biblioteca Municipal y hay salas a las que únicamente quienes tienen carnet de ésta pueden acceder.
La entrada es libre, pero solicitan aportaciones para su mantenimiento y, a cambio, te dan postales o carteles. Merece la pena todo, pero especialmente el hemiciclo de madera del siglo XVII (teatro di anatomia) donde se enseñaba medicina.
Debajo de Bolonia hay toda una red de canales.
Parece ser que antiguamente, existían algunos canales navegables en la ciudad, usados para el transporte de mercancía y para hacer girar los molinos de los talleres y se llegó a conocer la ciudad como la piccola Venezia . Más tarde, fueron soterrados y reconvertidos en cloacas.
Todos, excepto uno que todavía fluye por una calle de la ciudad. No es fácil verlo, puesto que se localiza a través de una pequeña ventanita (finestrella) en Via Piella 18 . La imagen es muy curiosa.
El aeropuerto más cercano a la ciudad es el Aeropuerto Internacional Guglielmo Marconi , que es al que llegamos nosotros con el vuelo de Iberia (desde Madrid) que está situado a sólo 6 kilómetros del centro de Bolonia. De hecho, a menudo se ven (y escuchan) los aviones desde la ciudad.
Una vez que llegamos al aeropuerto nos dirigimos a una oficina de turismo: primera desilusión: dos empleadas, una de las cuales me dijo rápidamente que cualquier consulta sobre hoteles se la hiciera a su compañera. En realidad, mi pregunta era cuál sería la mejor forma para llegar a nuestro hotel…. (tampoco creo que sea tan difícil). La otra empleada, de no muy buenos modos, me indicó a toda velocidad cómo llegar. Ante mis consultas, cambió el idioma y pasó de hablarme en italiano (que yo entiendo perfectamente y también hablo) a inglés (¿?).
En su poco amable información, me dijo que podíamos coger un autobús que conecta el aeropuerto con la ciudad. Era un bús sin número (sólo aparecían las letras BLQ ) y con un precio de 6 euros por viajer@. El bus llega a la estación central de trenes (un lugar enorme, por cierto, ya que es la primera de Europa en tránsito por pasajeros con unos 70 millones de pasajeros por año) y tiene una frecuencia de 15 minutos (entre las 5.30 y las 23.00 horas). No es demasiado cómodo, porque enseguida se llena de gente, pero el trayecto es realmente corto (entre 10 y 15 minutos). Hay también autobuses de las líneas normales, pero ésto ya implica conocer un poco mejor la ciudad, porque cualquiera pregunta en la oficina de turismo del aeropuerto….
Hay, por supuesto, taxis, mucho más caros.
Los días que estuvimos por allí, y la llegada y la salida de la ciudad, fuimos en transporte público. Los billetes del bus lo compramos en kioscos, al precio de 1,20 y servían para una hora. El sistema funciona de manera diferente a España: al subir nadie te exige el billete, pero has de validarlo en una máquina que hay en el interior del bus.
Suelen ir bastante llenos y, a menudo, es difícil ir sentado. La flota es bastante antigua, aunque están cambiándolos poco a poco por otros más modernos.
En Bolonia, teniendo en cuenta que es una ciudad más que turística, universitaria, los precios de salir a comer son bastante razonables y hay para todos los gustos.
Hay muchos locales de venta de comida rápida, sobre todo pizzerías (las llamadas d’asporto (para llevar), aunque también se puede tomar en algunos de los sitios. Son trozos de tamaño más que considerable para una cena rápida, por ejemplo. Personalmente no es mi opción preferida (no me gusta nada comer de pie y menos caminando) pero reconozco que están exquisitas y los precios son bajos.
Hay muchas, y entre ellas, destaca por su fama la pizzería Altero (via Ugo Bassi y via Independenzza)
Un segundo nivel, por así llamarlo, sería el de las pizzerías o trattorias, de plato del día o menú a buen precio, frecuentadas por estudiantes y que también son una buena opción. Entre estas estaría la Trattoria Caffè del Rosso.
También, y sobre ésta no he hecho opinión, la pizzería napolitana Spaccanapoli, cerca de la zona universitaria de Bolonia. Un lugar en el que comer, entre otras cosas, sus enormes pizzas a un precio irrisorio: las más sencillas ( margherita , prosciuto , etc) a 5,50 euros. Pizzas que, como poco. son para comer entre dos y quedarse hinchado. Por suerte, los camareros son conscientes de que la gente no puede comerse todo y, en cómodas bolsitas, te dan lo que te sobra para que lo comas más tarde. En nuestro caso, los restos de pizza de la cena nos sirvieron para nuestro viaje a Ferrara, donde las comimos en una plaza (con una cerveza bien fresquita). Éste es un lugar en el que por 10-12 euros/persona (en función de lo que bebas) comes bien.
Por último (y hablo siempre de mi cortísima experiencia de un viaje de apenas unos días), hay locales más elegantes y de diseño, o ubicados en sitios históricos y en donde la clientela es algo más exigente y desea recrearse en la famosa gastronomía boloñesa. La media de edad aquí es más alta y en éstos se ve un turismo de mayor poder asdquisitivo. Son restaurantes que sin ser nada del otro mundo, están decorados con más cuidado, tienen una extensa carta de vinos y son, evidentemente, muchos más caros que las opciones anteriores.
Nosotros nos permitimos este pequeño lujo (somos así: un día trozos de pizza y lata de cerveza en una plaza, otro, mantel y delicatessen) en una trattoria de precio medio más alto: Trattoria La Corte Galluzzi.
Aquí disfrutamos de los platos típicos de la zona, del vino (el más barato, eso sí) emiliano más común, de los postres del lugar….a un precio de algo más de cuarenta euros por cabeza.
En cuanto a los helados, qué os puedo decir….Como en el resto de Italia, todos son exquisitos y, al igual que en la comida, hay todas las posibilidades (aunque yo terminaba siempre pidiendo de chocolate, mi pasión). Los formatos también son variados: tarrinas o galletas y todo, de buen y contundente sabor.
Destacan las heladerías «Grum», que tiene más de un establecimiento.
Como he dicho al principio, Bolonia, una gran desconocida, cuyo nombre sólo se asocia a un plan de estudios no del agrado de todo el mundo, es una ciudad muy interesante, con numerosas visitas que hacer. Sobre ésto quiero añadir que, según he sabido, hasta hace muy poco tiempo, la mayoría de las entradas a museos y monumentos no se cobraban. Desde hace algo más de un año, se cobra, aunque sean cantidades simbólicas, en casi todos los sitios (y en los que no se hace hasta ahora, pronto se impondrá). Supongo que es por efecto de la crisis, pero lo cierto es que la ciudad personalmente me ha provocado sentimientos encontrados….
Por una parte, su riqueza histórica, el buen estado en el que todavía se encuentran algunos edificios, lo increíble de su patrimonio contrasta de forma desoladora con el insoportable tráfico de coches que, a todas horas, circula por el centro , dejando ruido, humo, y una pátina gris en las fachadas, arcadas, estatuas, que afean y vuelven menos habitable esta ciudad.
La suciedad , no sólo en cuanto a desperdicios en el suelo o papeleras llenas de plásticos (de reciclaje, ni hablamos), sino fachadas grises, desconchadas, los pórticos que la singularizan sucios, llenos de graffitis, una sensación de dejadez y de indolencia y pasividad ante un patrimonio que se deteriora día a día en esta hermosa, luminosa, histórica villa, llena de rincones preciosos, de secretos para descubrir, llena se sueños….
Un poco triste, la verdad. Da la sensación de que alguien se olvidó de ella hace tiempo y sus habitantes y los estudiantes (y, en menor medida, los turistas) pasan/pasamos por ella con una mirada que busca, quizá, el prestigio, la sabiduría que tuvo Bolonia y que hoy, enferma de contaminación, suciedad y ruidos, no tiene quien sepa curarla.
Siento terminar de esta forma, pero es una ciudad que me ha gustado mucho y de la que me ha llamado la atención lo poco que se la cuida, lo que me parece grave teniendo en cuenta los tesoros que tiene. Me gustaría volver, ver lo que me ha quedado pendiente (allí hay mucho que ver, para mentes inquietas) y disfrutar de su maravillosa gastronomía.
Resulta, en todo caso, otra mirada a la Italia menos conocida, pero siempre interesante.
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