Esta ciudad de la costa atlántica es un buen punto de parada cuando se transita del norte al sur de Francia por la vía oeste (por la otra ruta, la que transita por el valle del Ródano, hay muchas más alternativas) ya que reúne no pocos atractivos turísticos junto a un importante patrimonio turístico.
Como en cualquier otro destino turístico de esta zona es necesario hacer la advertencia habitual: en temporada alta la masificación en La Rochelle alcanza límites espectaculares, por lo que es aconsejable visitarla en cualquier otra época. Claro que entonces no se podrá disfrutar de sus magníficas playas…
Contenido de la Guía
La Rochelle y su historia
Esta ciudad de cerca de 80.000 habitantes ha sido durante siglos el principal puerto francés de la costa atlántica. Su historia ha sido de lo más movidita, no sólo por su importancia estratégica en un estuario resguardado, sino por haber abrazado durante el Renacimiento la causa protestante, lo que le hizo estar en el ojo de la tormenta de la guerras de religión.
Su época de esplendor vendría algo más tarde como consecuencia del tráfico con el Nuevo Mundo, ya que de aquí partían los barcos que zarpaban hacia las colonias de América del Norte. Testimonio de ello son algunas calles del centro histórico empedradas con cantos rodados del río San Lorenzo que los barcos que regresaban traían como lastre…
El declive, obviamente, empezaría con la pérdida de las susodichas colonias. Pero la ciudad no desaparecería del mapa histórico.
Durante la Segunda Guerra Mundial se convertiría en la base de operaciones de la flota de submarinos alemana (aquí se rodó la película El Submarino) y las instalaciones que dejaron estos al rendirse siguen siendo utilizadas por la armada francesa para albergar sus submarinos nucleares. De hecho, La Rochelle fue la última ciudad francesa liberada por los aliados, junto con la cercana población de Royan. A diferencia de esta última, arrasada por un enorme bombardeo aliado, La Rochelle pudo, al menos, salvar su patrimonio histórico.
En la actualidad La Rochelle es una población eminentemente turística, aunque mantiene una importante industria (aquí construye Alstom sus trenes de alta velocidad). Su puerto deportivo es el mayor de Francia.
El núcleo histórico
El ‘vieux port’ (puerto viejo) es el centro de la actividad lúdica de la ciudad, con sus bien preservadas fortificaciones medievales con abundantes elementos renacentistas, de un valor histórico incalculable.
El puerto alberga ahora embarcaciones de recreo, aunque la mayor concentración de estas se da en una nueva instalación situada un par de kilómetros al sur de la población, Les Minimes.
Alrededor del puerto se centraliza una gran colección de restaurantes y bistrots que ofrecen sobre todo platos de pescado, a precios bastante superiores que en España. A través de una puerta fortificada se accede al casco antiguo, en el que abundan viviendas renacentistas y del siglo XVII. Todo muy francés y muy bien conservado.
Las murallas fueron derruidas hace siglos y su lugar las ocupa hoy un gigantesco parque.
En este mismo puerto, podréis coger alguno de los autobuses marítimos (barcos) para acercaros a la playa o al inmenso puerto deportivo, o coger otro que os haga una visita a Fort Boyard, un fuerte más o menos elíptico situado en el mar, rodeado en todo su perímetro, y que fue utilizado como arsenal, zona de cuarentena, cárcel… El fuerte es realmente espectacular.
A mi personalmente me impresionó el Aquarium, moderno y extenso, en el que podréis estar horas y horas admirando los peces, tiburones etc. ayudados de explicaciones ofrecidas en castellano mediante auriculares.
Más atractivos de La Rochelle
La ciudad es objeto anualmente de diversos acontecimientos de tipo cultural y deportivo que atraen cantidades ingentes de visitantes. Es una precaución muy aconsejable planificar el viaje para no coincidir en esas fechas ya que el alojamiento se vuelve prácticamente imposible. Junto con las playas y el patrimonio arquitectónico, el Acuario es una de las principales atracciones.
Durante muchos años uno de los mayores del mundo, en la actualidad hay en España algunos que lo superan (Barcelona, Valencia) pero para muchos pueden ser un interés añadido.
Unos pocos kilómetros al norte se encuentra la isla de Ré, unida hoy al continente por un impresionante puente de casi 3 kilómetros de largo, que ofrece importantes espacios naturales. Se puede llegar directamente desde la Rochelle en autobús.
Aún más al norte, en la desembocadura del río Sèvre se encuentra el Marais Poitevin, una zona de marismas artificiales que se extienden a lo largo de 70 kilómetros y que configuran un espacio natural protegido que puede recorrerse en barca y en bicicleta. También conocido como la Venecia Verde, tiene un interés paisajístico excepcional y es francamente muy agradable navegar por los canales rodeados de verdura; un tipo de paisaje que, por desgracia, no es posible visitar en nuestra reseca península.
Alojamiento y gastronomía
Las dos veces que he visitado la población me he alojado en un hotel de la cadena Urbis, un tres estrellas en el centro de la población. Muy correcto y de precio medio. La oferta hotelera, no obstante, es importante y cubre toda la gama de precios, aunque es importante reservar con antelación.
Si sois aficionados al marisco, no os perdáis uno de los restaurantes situados en la parte vieja, en la calle paralela al puerto viejo. En los bajos de los arcos podréis encontrar restaurantes donde podréis saciaros a marisco a un precio muy asequible. estos restaurantes suelen tener puestos en sus puertas en los que venden marisco. Alguno de estos restaurantes están muy bien ambientados, merece verlos por dentro.
Personalmente, os recomiendo las ostras, muy típicas de la zona, o la muclade a la charentais, que consiste en mejillones pequeños con una salsa también típica de la zona.
Si no sois aficionados al marisco, siempre podréis degustar los crepes típicos de las creperías.
De la restauración no pueblo tampoco añadir gran cosa, ya que siempre he comido en el mismo sitio: Richard Coutenceau, justo a extramuros y a pie de playa. Se trata de un 2 estrellas Michelin, lo que significa invariablemente que el precio se dispara bastante.
De cualquier manera no hay que irse de esta ciudad sin probar los mejillones ni las ostras de Marennes, las únicas con Denominación de Origen (y las más apreciadas y caras del mundo).
Excursiones
Visita obligada a la isla de Ré, a la cual se puede ir mediante el acueducto que se construyó a través del mar, eso sí pagando peaje, o si no en autobús y creo que también en barco. Allí podréis admirar los pueblos típicos, podréis ir a la playa, admirar las técnicas antiguas de recogida de sal y de pesca cerca de los impresionantes faros… Plan para todo el día.
Y si además sois aficionados a las aves, las marismas que se inundan cíclicamente con las mareas son excepcionales para observar todo tipo de aves, sobre todo las relacionadas al medio acuático: garzas, garcetas….. incluso 2 cisnes negros escapados de algún parque y que se han asentado allí.
A unos 30 Km hacia el sur de La Rochelle podréis visitar la ciudad de Rochefort, con la kilométrica fábrica de la corderie y el puente trasbordador aun en funcionamiento y parecido al existente en Potugalete (Puente de Bizkaia) recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad. Si queréis aprovechar el viaje podéis coger otro acueducto a la isla de Oleron para ver la ciudadela, el puerto viejo ostrero…
A unos 30 Kms al interior está situado el pueblo de Surgères, en el que recomiendo ver la plaza del castillo, y la cripta de la iglesia que se encuentra en el interior del amurallado.
Si os sobra tiempo, siempre podréis coger el tren y en poco más de una hora estaréis en Poitiers con la posibilidad de visitar el parque temático futurista de Futuroscope.
En síntesis, La Rochelle es una población que merece un alto en el camino de paso hacia los grandes destinos turísticos del norte de Francia.
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