El año de nuestras vacaciones en Francia, cuando regresábamos de la Bretaña hacia Bourges, mi amiga quiso que nos parásemos a visitar el Castillo de Cheverny, que a ella le parecía especialmente hermoso.
En las guías de turismo aparece como perteneciente a la familia de los castillos del Loira, una ruta especialmente visitada por turistas del mundo entero. Ella lo conocía bastante bien, porque había estado en ocasiones anteriores, y le apetecía mucho que lo viéramos juntos.
Pudimos dejar el coche muy bien, porque justo frente a las altas verjas de la entrada, al otro lado de la carretera que cruza el pueblo, había una zona de parking señalizada, no demasiado grande, pero que nos vino genial.
Había bastante gente colocada en la cola para adquirir la entrada, la cual te permite la visita completa al castillo y a la exposición permanente de Tintín que hay en él, de la que os hablaré más adelante, porque es realmente curiosa. No es una entrada barata, ya que cuesta unos 6 euros por persona y 3 euros los niños.
Los menores de 7 años no pagan. Eso sí, no ponen pegas para pagar con tarjeta aunque sólo vayas a comprar una entrada. Para el importe no hay mínimos, lo que está muy bien. Junto a la taquilla hay una enorme tienda de recuerdos y regalos del castillo y de la zona, pero también debe estar regentada por parientes lejanos de Jose María el Tempranillo, porque menudos precios, jopé.
El castillo es privado, pertenece a los descendientes de la familia Hurault, cuyos ancestros se encuentran ya en el siglo XIII. Esta familia estuvo muy vinculada a los reyes de Francia como financieros y oficiales de sus ejércitos. Hacia 1620 ordenan construirse un castillo inspirado en la obra de los mejores artistas de la época y es en Cheverny donde comienza realmente la nueva arquitectura francesa que se hace famosa en el siglo XVII.
Como es un castillo habitado, está especialmente cuidado. Las estancias que se pueden visitar están impolutas y brillan con luz propia y los propietarios han tenido un cuidado exquisito en la conservación de los muebles y enseres. No todo el castillo es visitable, obviamente la parte en la que vive la familia no puede verse, pero es tal el volumen de estancias que pueden recorrerse que no se echa de menos.
El comedor está casi íntegramente tapizado en techos y muros con cuero de Córdoba con el escudo de armas de los Hurault y tiene una monumental chimenea de piedra, digna de verse, decorada con oro y con un busto del rey Enrique IV de Francia sobre ella. En las paredes hay paneles decorados con la historia de Don Quijote, que estaba muy de moda en Francia en el siglo XVII. Como cosa curiosa, deciros que las sillas pueden moverse fácilmente porque tienen unas ruedecillas de hueso incrustadas en las patas delanteras, aunque este mobiliario ya es del siglo XIX.
Con respecto a los apartamentos privados o estancias particulares, se acondicionaron y restauraron profundamente por parte de los padres del actual dueño y en ellos habitaron hasta el año 1985, en que se ofrecieron a la visita pública. Tienen un mobiliario de ensueño, difícil de describir e imaginar si no se ha visto.
Las telas, los cortinajes, incluso los pequeños detalles que adornan mesas o escritorios están elegidos con un gusto exquisito. A las estancias no se puede entrar: hay una serie de cuerdas que impiden la entrada, pero sus enormes puertas abiertas permiten una visión completa desde ellas. Hay una habitación que me resultó curiosa, porque la llamaban la Cámara de los Nacimientos que era en la que las madres recientes presentaban a sus recién nacidos y recibían a las visitas. También está la pequeña Salita Roja y la Cámara Azul, que son preciosas y en las que te quedas un rato largo mirando para captar todos los detalles.
El castillo tiene también una gran estancia conocida como Cámara Real, con una enorme cama doselada y decorada en telas rojizas y doradas, en la que se alojaba el rey o la reina cuando visitaban la zona o a los propietarios del castillo. Por lo que cuentan los folletos no se usó prácticamente nada, pero es maravillosa y tiene vistas imponentes al jardín posterior del castillo.
La Sala de Armas es la más grande del castillo, con unas dimensiones que quitan el hipo. Su decoración es la original del siglo XVII y en los muros hay juegos de palabras en latín, también muy a la moda de la época. Las obras que iluminan esta sala se dedican principalmente a la mitología y a los relatos de Homero de la Iliada y la Odisea, así como a la Guerra de Troya. Allí se exhibe una impresionante colección de armas de los siglos XV al XVII, con espadas, armaduras, ballestas, arcabuces…. Para los entendidos en este tipo de cosas es un sueño.
Alrededor del castillo hay bosques y jardines que ocupan unas 100 hectáreas. Los jardines son profundamente franceses, recordando un poco a los de Versalles. De hecho, la alameda principal, frente al castillo, es un largo camino de seis kilómetros. Nada, un paseíto ligero por la propiedad…
En este castillo y sus aledaños, los propietarios suelen organizar jornadas de caza y tienen una perrera enorme, que se puede ver, en la que hay cerca de 90 perros de caza, preciosos y bien cuidados. En la verja tiene un cartel en el que te piden que por favor no molestes a los perros, porque noventa perros ladrando a coro llega a ser atronador. Son majos, casi todos de color marrón y se les ve lustrosos y bien alimentados.
Y para todos los que hayan disfrutado de los comics de Tintín, el Castillo de Cheverny ofrece una posibilidad única: acercarnos a su mundo como si fuese real. A los niños es la parte de la visita que más les gusta, porque es como introducirse en un mundo paralelo. Cheverny fue el modelo que utilizó Hergé para la residencia del gran amigo de Tintín, el Capitán Haddock, y aparece por primera vez en los famosos libros en «El secreto del unicornio».
En un edificio aparte podréis ver la habitación de Tintín, con los trajes y disfraces que usa en sus libros, el laboratorio del profesor Tornasol, la sala de la televisión en pruebas que éste inventó y que se veía de pena, recreaciones de estancias y habitaciones que salen en los comics… La verdad es que está bastante gracioso y bien hecho.
Lo que menos me gustó fue lo que yo llamo la sala de los cuernos, porque junto a la perrera había una especie de pabellón donde estaban expuestas cientos y cientos de cornamentas de animales abatidos en las jornadas de caza. Creo que es imposible saber cuántas hay, porque la sala es inmensa y está cubierta de estos restos de suelo a techo, pero para los dueños debe ser la leche tenerlo ahí. Para gustos hay colores, pero me resultó un tanto tétrico.
Si tenéis pensado visitar los castillos del Loira, no dejéis éste de lado, porque merece la pena. Es el que está mejor amueblado y conservado de toda la zona y sus fachadas son de película, aunque exteriormente quizá me guste más el de Chambord. Salen unas fotos espectaculares, os lo digo yo.
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