A Colexiata, o La Colegiata, es el nombre con el que los vigueses conocemos a la también llamada Iglesia Concatedral o Colegiata de Santa María. Y es que es hoy en día la Concatedral de la diócesis de Tui.
Contenido de la Guía
Localización
La Colegiata está localizada en el barrio histórico, como se llama en Vigo: Casco Vello.
Es en el centro de la ciudad, podéis ir fácilmente en autobús, o taxi urbano, aunque si preferís ir en coche particular la única opción que tenéis para aparcar será un parking, como el que está en la Puerta del Sol o el del Centro, de Urzaiz. Eso sí, para conocerla hay que andar, porque por el Casco Vello no se puede ir en coche, y por otra parte os perderíais el encanto de esta zona.
También está cerca del Náutico, del Puerto de Vigo, de ahí que en verano, cuando vienen los trasatlánticos esté todo el Casco Vello lleno de gente.
La Concatedral queda en el medio de lo que sería el centro de Vigo y del Náutico.
Además, muy cerca de la Concatedral podéis disfrutar de las mejores marisquerías de Vigo, del famoso mercado de A Pedra y de un pequeño mirador.
Aunque está en una zona con mucho encanto, los cesteros, la plaza de la Constitución, la de la Princesa,… no os hablaré de esa zona sino de la Concatedral en particular.
Concatedral La Colegiata
Estamos sin ninguna duda ante el templo más popular e importante de Vigo. Esta importancia viene por varios factores: la zona en la que está, en pleno centro del Casco Vello, que es la concatedral de la diócesis de Tui (esto para los devotos), que en ella se realizan numerosos conciertos de coros como por ejemplo el Coro Universitario. Pero realmente lo que más peso le da a esta Iglesia es que en su interior duerme el patrono de la ciudad. Éste es el Cristo de la Victoria.
Cristo de La Victoria
Este Cristo es una talla datada hacia 1680.
Hace unos años lo restauraron y consiguieron un color más parecido al original, estuvo durante mucho tiempo cerrado, sin poder verse, sólo en las procesiones, y es que el Cristo tenía una apariencia muy oscurecida, y lo han dejado precioso, respetando al máximo su originalidad.
Según la tradición, éste Cristo favoreció a los vigueses en las Guerras Napoleónicas, cuando las tropas francesas invadieron la ciudad en 1809, de ahí que sea el patrón de la ciudad. Y cada primer domingo de agosto sale en procesión dentro de la mayor manifestación religiosa de la ciudad, procesión que viene a ver gente de todas partes ya que es complicadísimo sacar al Cristo por la puerta, y después porque las calles del Casco Vello son tan estrechas, que a su paso, el Cristo ya ha rozado numerosos balcones, así que es más bien una procesión lenta y muy dificultosa.
Hay varias historias referidas al Cristo de la Victoria. Una de ellas, quizás la más extendida, aunque no se conservan documentos que lo autentifiquen es la historia de los mercantes que lo rescataron del mar, cerca de las Islas Cíes, supuestamente se habían deshecho de él para evitar que lo llevaran los piratas ingleses. Gracias a esta leyenda al Cristo también se le llama Cristo do Sal, y es que esos mercantes que lo rescataron se dedicaban al transporte de sal.
Hay otros relatos, más documentados, pero menos extendidos popularmente en el que se habla de procesiones, novenas (de acción de gracias) y rogativas (por necesidades o calamidades), con las que el pueblo acudía a suplicar el favor del cielo…
Lo que se sabe más ciertamente es que en el año 1809, los franceses ocuparon la ciudad y las tropas de la zona y el pueblo consiguieron reconquistarla, según el pueblo gracias al Cristo.
A partir de ahí se le llamó «Santísimo Cristo de la Victoria».
La Colegiata
Antiguamente se encontraba una iglesia de traza románica del mismo nombre, Santa María. Pero esta iglesia fue saqueada en 1589 por el pirata inglés Francis Drake, en el siglo XVII por los turcos y posteriormente por la Guerra de Portugal. Por si esto fuera poco en el siglo XVIII padeció las invasiones inglesas de 1702 y 1719. Poco a poco se fue deteriorando hasta que quedó en estado ruinoso. De ahí que en el siglo XIX se preocuparan para reedificarla, y así, fue proyectada en 1811 por el arquiteto Melchor de Prado Mariño, aunque la aprobación del proyecto por la Academia de San Fernando se hace en 1815. Finalmente comenzaron a construirla en 1816-1817, y finalizó en 1836.
En la reedificación de esta Concatedral se encontraron numerosos restos de las construcciones anteriores, pero apenas quedan muestras.
Es un edificio neoclásico.
La fachada más bien austera. La fachada presenta un cuerpo central que acoje el acceso principal, formado por dos pilastras incrustadas en el muro que sostiene un frontón. Este frontón está encajado entre dos esbeltos campanarios, que quizás sea lo más decorativo de la fachada.
Es de planta basilical, está inscrita en un rectángulo de alrededor de 892 metros cuadrados.
Presenta tres naves de gran amplitud y longitud, cubiertas de bóveda de cañón corrido, con los laterales muy estrechos y la central muy ancha. La separación entre naves se hace gracias a 12 columnas de orden toscano con un entablamiento con triglifos y metopas. Estas columnas están dispuestas simétricamente a ambos lados.
En el atrio de la iglesia fue plantado en el siglo XIV el símbolo de la ciudad, un olivo, fue plantado por los monjes Templarios. Cuando iniciaron la reedificación de la iglesia este olivo desapareció, aunque quedó un esqueje, que es el que se convirtió en un robusto olivo que adorna mágicamente el Paseo de Alfonso.
Conclusión
Desde luego que si se visita Vigo es casi obligado desplazarse hasta la Colegiata de Santa María recorriendo las viejas y empedradas calles de la ciudad.
Por otra parte recuerdo con cariño los pocos escalones que nos llevan a su entrada, ya que antiguamente, la zona del Casco Vello se convertía por la noche en la zona de Vinos, y esos escalones era el «lugar de quedar» para muchos.
Toda la zona es un lugar con encanto, sobre todo en esta época del año, cuando empieza el sol a alegrarnos más los días. Es una zona que aunque gris y oscura gracias a las historias que guardan sus piedras, siempre deja que el sol se cuele por alguna rendija para mostrarnos con nostalgia la historia más pura de la ciudad.
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