Me fascinan los castillos y veo todos los que puedo. Me encanta tocar las viejas piedras y pensar que, quizás, hace unos cuantos siglos, una princesa o un caballero puso la mano en el mismo sitio en el que está la mía… Si señores, soy una romántica empedernida y la Edad Media es una época que me encanta, con los torneos, los caballeros y princesas y esas construcciones tan preciosas como son los castillos.
Hay muchas diferencias entre los castillos españoles y los de otros países. Quizás los españoles no sean, estéticamente, los más bonitos de todos, pero a mí me parecen encantadores, como de cuento.
Como sabéis, Valladolid es mi segunda tierra y creo que no hay castillo en la provincia que no haya visitado.
Los tres castillos que más me gustan de Valladolid son: el de Medina del Campo, uno de los más grandes y quizás el más importante de todos, el de Montealegre, en plan chiquitito y el de Simancas, más parecido a los castillos franceses en su aspecto que a estas otras construcciones españoles más sobrias…
Hoy os hablaré del Castillo de la Mota, es decir, el castillo de Medina del Campo.
Se llama castillo de la mota porque está situado, precisamente, sobre una mota (mota significa cerro o pequeña colina). Como todos los castillos, por otra parte, ya que su función era básicamente defensiva.
Es un cerro pequeño, no muy elevado, por lo que la situación del castillo no es tan elevada como la del de Montealegre o el de Peñafiel.
Es un castillo enorme; sólo se acercan a su tamaño los de Peñafiel y Gormaz.
Es un castillo medieval, que se construyó en los siglos XIII a XV, sobre los restos de una fortaleza árabe.
En cuanto a su significado histórico, en él residió Juana la Loca, reina muy ligada a toda esta zona. En un convento de la localidad vecina de Tordesillas estuvo encerrada cuando enloqueció tras la muerte de su esposo Felipe el Hermoso. Allí se conserva un sillón en el que se sentaba, frente a una ventana, y miraba al exterior. Sillón en el que me senté yo también; por suerte no se me pegó su locura…
También fue prisión. Varios presos famosos pasaron por allí, quizás el más famoso César Borgia
Consta de dos recintos.
El recinto exterior está formado por la barbacana que rodea por completo el castillo. Está hecha con hormigón y ladrillo siguiendo un estilo mudéjar. A este recinto exterior se entra cruzando el foso por un puente levadizo que a día de hoy es fijo y que se encuentra defendido por torres cilíndricas. En este recinto podemos observar complejas galerías subterráneas de tiro, almacenes, mazmorras y pasadizos. Sobre la puerta de entrada se encuentran las armas de los Reyes Católicos.
El castillo está situada en un explanada, con unos cuantos arbolitos dispersos, bajo los cuales se puede aparcar. El aparcamiento es gratuito.
El castillo tiene una forma clásica, de manual. En torno al patio de armas, cuadrado, se erigen cuatro torres. Alrededor del patio se situaban las dependencias del castillo. La torre que más destaca es la Torre del Homenaje, ancha y muy alta, terminada por un balcón con almenas
Una de las curiosidades de este castillo es su color. No está hecho de la piedra amarilla típica, sino de ladrillo rosáceo, lo que le da un aspecto bastante peculiar.
Su estado de conservación es perfecto, por suerte, ya que fue restaurado.
Estuvo rodeado de un foso, accediendo al castillo por un puente levadizo, pero ninguno de los dos se conservan.
Es propiedad pública y está acondicionado para las visitas turísticas. No os puedo decir cuánto cuesta la entrada porque hace ya como cinco años que lo visité por última vez. Pero no me pareció caro, porque salimos diciendo que merece la pena.
Es un castillo que hay que ver. Yo tengo predilección por estas construcciones, no lo puedo evitar. Me evocan tiempos muy lejanos, quizás teñidos de un romanticismo que no tuvieron. Pero, aunque no os llamen especialmente la atención los castillos estoy segura de que éste os impresionará por su tamaño, color, sencillez y grandeza. Os aconsejo visitar tanto el exterior como el interior pero, si no podéis verlo por dentro, por lo menos dad un paseo a su alrededor; merece la pena.
Una pega (que comparte con casi todos los castillos españoles): se echa de menos una decoración y acondicionamiento interior completa, como sus homólogos franceses. En los catillos franceses hay muebles, cortinas, cuadros… todo como si aún vivieran ahí sus antiguos propietarios. Puede ser que en España se hayan perdido, vale, pero sería interesante que, aunque fuesen réplicas, hubiese en cada castillo al menos alguna habitación acondicionada como lo estaba en la época en la que fue habitado.
Por lo demás, un castillo que hay que ver.
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