Hablar de Valladolid y no mencionar o evocar al menos mentalmente el Campo Grande es algo impensable. Para los que aquí vivimos, el Campo Grande es algo tan familiar que, en muchos casos, no reparamos en él. Como al amante o amigo fieles cuya lealtad no se pone en duda, se acude a él cuando se apetece o cuando se necesita, esperando encontrarlo siempre alegre, reconfortante, sosegador…
El Campo Grande es un céntrico jardín concebido como ahora lo conocemos durante la época del romanticismo, cuando el entonces alcalde de la ciudad, el mítico Don Miguel Iscar (alcalde en el período de 1877 a 1880), decidió remodelar lo que por aquellas fechas era un plantío de árboles, convirtiéndolo en lo que ahora es sin duda una de las más significativas señas de identidad de Valladolid.
El Campo Grande ocupa un gran triángulo de casi 100.000 m2 ubicado entre el Paseo de Zorrilla, la Acera de Recoletos y el Paseo de Filipinos. Dada su extensión, el acceso más sencillo es desde la Plaza de Zorrilla, por el llamado Paseo del Príncipe, arteria de la cual parten los caminos de tierra y albero que llevan a rosaledas, zonas de juegos y columpios, rincones solitarios y plazas con fuentes.
Caminando por los acogedores senderos del jardín, nos encontraremos con diferentes efigies y estatuas, animales exóticos y una frondosa arboleda, pero sin duda el rincón de mayor renombre es la Fuente de la Fama, una enorme fontana circular con un gran pedestal en el centro, sobre el cual se asienta un ángel «trompetero» que clama a los cielos. Este monumento ha servido de fondo en infinidad de instantáneas de bodas, comuniones, parejas y visitantes durante generaciones y generaciones.
En un pequeño recodo, un busto de Miguel Iscar recuerda al gran impulsor del Campo Grande, y cerca de la salida al Paseo de Filipinos podemos encontrar la famosa pérgola, lugar de reunión de la “segunda juventud” durante las tradicionales fiestas patronales de la Virgen de San Lorenzo (a primeros de septiembre), donde dan rienda suelta a bailes y jolgorios acompañados de orquestas que actúan, no sólo durante esas fiestas sino también durante buena parte del año, en el escenario que para tal fin allí se alza.
Un río artificial recorre todo el parque para desembocar en un estanque con cascada, donde los niños (y no tan niños) pueden dar de comer a los patos y ocas desde la barca que lo recorre. Todos los que aquí hemos nacido, creo que habremos pasado más de una vez por el tradicional rito de comprar barquillos y obleas para engordar a ese patito negro que tanta pena nos daba, o para lanzar pequeños trocitos al estanque con la esperanza de que una multitud de peces se abalanzaran sobre ellos cuan alimañazas sobre una presa. Este pequeño ceremonial, siempre antecedía al no menos tradicional paseo en barca que también todo vallisoletano habrá experimentado numerosas veces en su etapa infantil.
En el recinto del parque viven en libertad pavos reales, ardillas y otros animales, a los que es posible descubrir mientras se pasea por sus senderos. Hay también pajareras con gran variedad de aves y un palomar perteneciente al Club Colombófilo de Castilla. Miles de árboles centenarios, de multitud de especies, cobijan tan singular fauna en un ambiente ideal para gozar de la naturaleza en pleno centro de la ciudad.
Como apunte decir que las diferentes especies tanto de la fauna como de la flora existentes en el parque, están brevemente comentadas en infinidad de pequeños paneles que te encontrarás al borde los caminos, donde podrás conocer su nombre científico, su origen, y diferentes particularidades sobre su alimentación (en el caso de animales) y otros curiosos aspectos. Con esto, no sólo conseguimos pasar un bucólico día en un ambiente simpar, sino que además aprenderemos un poco sobre los diferentes habitantes del pequeño “ecosistema” que conforma el Campo Grande.
Dos recomendaciones: imprescindible lugar de visita para pasar un día romántico con la pareja, y no perdérselo en invierno tras una nevada o buena helada, ¡¡¡espectacular!!!
Tampoco os perdáis los eventos que se realizan allí, la feria del libro y las actuaciones que hay durante el festival de teatro y artes de calle. Lo convierten en un lugar con todavía más encanto.
Por todo ello, este rincón pucelano es un lugar único para pasear, pasar una tarde con la pareja o los críos, etc… Incluso podría ser el marco ideal para declararse a la novia, recitándole los versos del vallisoletano romántico más internacional, Don José Zorrilla, y de su obra trágica más universal, Don Juan Tenorio: «¿No es verdad ángel de amor, que en esta apartada orilla, más pura la luna brilla y se respira mejor?»… Seguro que así la conquistas fijo… jejeje…;-))))…
Y es que el corazón de Pucela, al igual que el de muchos de sus habitantes, es así de romántico…
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