Museo Sefardí
Visitamos el Museo Sefardí en Toledo para descubrir la Sinagoga del Tránsito, el Jardín de la Memoria y el El mito de Sefarad. ¿Te animas a conocerlo?
Las primeras noticias que se tienen de la existencia de Toledo datan nada menos que de la Edad del Bronce; posteriormente llegaron los bárbaros, y más adelante los romanos, que le pusieron el nombre de Toletum; la pena es que de esta época se conservan muy pocos restos arqueológicos… Tras la caída del imperio romano, fueron los visigodos los que llegaron a Toledo, y posteriormente los musulmanes, que hicieron de la ciudad un reino de Taifas.
Alfonso VI reconquistó la ciudad a principios del siglo XI, y Toledo fue un importante centro neurálgico en España, por ser entre otras cosas la sede de los Reyes Católicos. Cuando a mediados del siglo XVI la corte se trasladó a Madrid, Toledo empezó a sufrir una época de decadencia, debido también a una crisis económica. En 1983, la ciudad se convirtió en la capital de Castilla-La Mancha, título que ostenta todavía en la actualidad.
Todo el conjunto de la ciudad de Toledo es Patrimonio de la Humanidad, así que tenemos cosas a montones para poder ver, y además para todos los gustos. Si vas a la ciudad en coche, normalmente te tocará dejarlo aparcado fuera del recinto de la muralla y después subir andando. Hay una cuesta bastante pronunciada, así que si eres un poco vago siempre puedes intentar aparcar más cerca del centro (aunque hay zona azul), o bien probar suerte en algún aparcamiento privado.
Si vienes desde la parte exterior de la muralla, probablemente lo primero que verás será la puerta del Cambrón, que debe su nombre a las cambroneras, unos arbustos que se encuentran en los alrededores de esta puerta. Es la única por la que pueden pasar vehículos al interior de la ciudad.
Se construyó en la época de los Reyes Católicos, en conmemoración a la victoria obtenida en la batalla de Toro y también como panteón para la dinastía real, y por todo el recinto de la iglesia encontramos los símbolos de Isabel y Fernando.
En el edificio se puede apreciar claramente la mezcla de estilos gótico y mudéjar, aunque el recinto, a pesar de ser de gótico, por fuera es bastante austero; pero el interior te sorprenderá, porque tiene un claustro de dos plantas que es una maravilla.
Se construyó a finales del siglo XII y fue reconstruida durante el siglo siguiente, ya que fue devorada por un incendio. Todo su interior se encuentra lleno de arcos de herradura sostenidos por pilastras, hasta un total de 32, todos diferentes, que se reparten por el recinto. Están decoradas con motivos vegetales y algunos geométricos, tan característicos del arte almohade. Destacan también el artesonado del techo y un retablo obra de Berruguete, que parece como que no pegara en un sitio tan musulmán.En el patio que hay a la entrada de la sinagoga tenemos una tienda pequeñita en la que podremos comprar todo tipo de recuerdos como postales, artículos religiosos y libros, e incluyendo también los típicos damasquinados toledanos, que están por todas partes en la ciudad.
Situada muy cerca de la anterior, esta sinagoga fue construida en el siglo XIV, y su nombre le viene porque, durante la época en la que fue utilizada como iglesia cristiana, destacaba en su interior un cuadro que representaba el tránsito de Nuestra Señora. Después de haber sido utilizada también como hospital, actualmente en su interior se alberga el museo sefardí.
El museo tiene siete salas (en realidad dos de ellas son patios), siendo la primera de ellas el espacio de la sinagoga propiamente dicho. En las siguientes podremos ver diversos paneles explicativos sobre la historia del judaísmo, así como sobre sus costumbres y otros aspectos culturales. Si accedemos al piso superior, veremos algunas vitrinas más con diferentes objetos, y a través de las ventanas podremos contemplar la sala principal desde las alturas.
En cuanto a los patios, en uno de ellos veremos una pequeña muestra de los restos arqueológicos que se hallaron cuando se llevaron a cabo las obras de restauración del recinto; y en el otro veremos varias lápidas funerarias judías. Si no recuerdo mal, a este patio lo llaman el jardín de la memoria.
También llamada de San Ildefonso, fue construida durante un periodo de 150 años entre los siglos XVII y XVIII, y para su planteamiento se siguió el modelo de la iglesia del Gesú, de Roma. Su planta es de cruz latina y tiene una sola nave, además de numerosas capillas a ambos lados del templo. Destaca también su retablo de San Juan, que está situado no detrás del altar, como suele ser lo habitual, sino en el crucero de la iglesia.
Además del interior, lo más destacable de esta iglesia está en sus dos torres, que dan a la fachada principal. A ellas se puede subir y desde este punto tendremos unas vistas espectaculares de la ciudad; las escaleras tienen algunos tramos que se hacen un poco pesados, pero una vez que estás arriba desde luego merece la pena haber hecho el esfuerzo.
Es bastante grande, y de hecho en España sólo la de Sevilla la supera en tamaño; aunque yo tengo claro que me quedo sin dudarlo con la de León, aun sabiendo que hay gente que no está demasiado de acuerdo conmigo. En la catedral toledana podemos encontrar muestras de prácticamente todos los estilos arquitectónicos, desde el gótico al árabe, al barroco, etc. Merece la pena su visita, sobre todo si sois de los que disfrutais observando todo tipo de detalles, desde el retablo hasta las numerosas capillas que hay en su interior.
Eso sí, me parece una barbaridad que la entrada cueste nada menos que 8 euros, cuando por ejemplo en catedrales como la de Colonia la entrada es totalmente gratuita, y sólo tienes que pagar si quieres subir a la torre sur (y además pagas sólo 2,50 euros). Pero ya que verla por fuera es gratuito y además puedes pasarte horas observándolo todo, si además os animáis a entrar, para mí lo más impactante es su famoso transparente, en el que literalmente te quedas bobo admirándolo con la boca abierta y el cuello retorcido.
En uno de los laterales de la catedral se encuentra la puerta del mollete, a la que le pusieron ese nombre porque por esa puerta era por la que pasaban los pobres al hacer cola para que les dieran un trozo de pan, precisamente llamado mollete.
Se encuentra situado en la parte más alta de la ciudad, muy cerca de la famosa plaza de Zocodover, y en un principio fue concebido como alojamiento real y mandado construir por Carlos I y Felipe II; sin embargo, después de que los reyes decidieran trasladar la corte a Madrid, el edificio del alcázar pasó a utilizarse como cárcel y también se hizo muy famoso en nuestra guerra civil, durante la cual por cierto fue destruido casi en su totalidad.
Su planta es totalmente cuadrada, con un patio en el centro y cuatro torres, una en cada esquina. Ha estado cerrado durante bastante tiempo, y en la actualidad alberga el Museo del Ejército, que hasta hace no mucho se encontraba en Madrid, enfrente del Casón del Buen Retiro.
Es de estilo mudéjar y según se cree, fue construida por los caballeros hospitalarios, para dar acceso a la ciudad a través de la muralla. El nombre de puerta del Sol tiene su origen en un relieve que muestra el emblema de la catedral de Toledo y una imagen que representa a San Ildefonso bajo un sol y una luna; lo que no entiendo es por qué han marginado a la luna a la hora de ponerle nombre a esta puerta…
La Mezquita del Cristo de la Luz la he podido visitar muy pocas veces porque en las últimas ocasiones en que he visitado Toledo la he encontrado cerrada, pero a pesar de su pequeño tamaño y de que está medio escondida entre callejuelas, para mi gusto es el edificio más bonito de toda la ciudad. Esta mezquita se construyó nada menos que en el año 999, y es uno de los mejor conservados.
Hay una leyenda que cuenta que cuando Alfonso VI conquistó Toledo y llegó a la ciudad a caballo, éste se arrodilló en la puerta de la mezquita y la losa blanca que hay allí indica el lugar exacto. La planta del edificio es cuadrada y está compuesta por tres naves paralelas que cruzan otras tres perpendiculares a las primeras; es decir, que el interior está dividido en nueve recuadros, cada uno de ellos con una bóveda diferente a las demás. Dicen que recuerda a la mezquita de Córdoba, pero como no la conozco (lo sé, no tengo perdón), no las puedo comparar…
En sus orígenes fue la casa, cuartel y cárcel de la Santa Hermandad de Toledo, una congregación de ganaderos, que data de la Edad Media, y que se encargaba de proteger los caminos. Hoy día, el edificio alberga un centro cultural municipal, y de hecho tuvimos ocasión de ver una exposición muy interesante sobre la historia de los caballeros templarios.
Por supuesto, en Toledo hay infinidad de sitios que también podremos visitar, así que citaré de pasada algunos de ellos como el museo del Greco (que las últimas veces lo hemos pillado en pleno proceso de restauración y no hemos podido visitarlo), la iglesia de Santo Tomé (cuya obra estrella es El entierro del Conde de Orgaz, del Greco), y el castillo de San Servando, entre otros.
Si lo que quieres es comprar tanto objetos típicos (sobre todo damasquinado) como cerámica, Toledo es el lugar ideal. Y no sólo eso, sino que también venden en prácticamente cada tienda todo tipo de armas, objetos y joyas de película, desde la espada de Russell Crowe en Gladiator (toma nota, MorenoSister, aunque seguro que ya lo sabías) hasta el traje completo del rey Leónidas de Esparta (que de traje tiene más bien poco, porque estos espartanos iban más bien en cueros) o el colgante de la estrella de la tarde que Arwen le regala a Aragorn.
Hay algunas cosillas que quizá son menos conocidas, e incluso algunas están un poco escondidas y por lo general no se suelen llegar a ver en una visita a Toledo. Supongo que entre ellas también se me escapará alguna…
Este pozo se encontraba antiguamente en los jardines del palacio del judío Leví, en el que vivía con su hija Raquel. Fernando, un joven cristiano, está enamorado de ella y cada noche salta la reja del palacio para ir a visitarla. Una de esas noches, a la luz de la luna, Raquel sólo acierta a ver el resplandor de una daga que se clava en el corazón de su amado, que se desploma muerto. Desde entonces, ella acude todas las noches al brocal y sus lágrimas caen en el fondo; así es como las aguas de este pozo se hicieron amargas. Por supuesto, los expertos dicen que en el subsuelo de esta zona hay abundancia de hierro y por eso el agua no es potable; pero la explicación que da la leyenda es mucho más bonita.
Cuentan que en una ocasión, un toro se escapó del corralillo de San Miguel, y cuando salió corriendo para huir se metió por este callejón y quedó atrapado con los cuernos entre sus paredes. Igual que en el caso anterior, seguro que tendrá otra explicación mucho más mundana, pero estas historias así tan adornadas quedan muchísimo mejor, dónde va a parar. En cualquier caso, esta historia es más creíble que la del pozo amargo, porque antiguamente el corralillo de San Miguel era el corral de las vacas, así que supongo que no sería nada raro que en alguna ocasión se escapara algún toro.
Junto a la catedral hay una calle que lleva este nombre tan curioso. El relojero italiano Giovanni Torrino (como siempre somos especialistas en españolizarlo todo y en Toledo lo conocían como Juanelo Turriano), que trabajaba para el emperador Carlos I, llevaba mucho tiempo trabajando por amor al arte, sin cobrar ni un duro; hasta que, cuando se hartó de la situación, diseñó una especie de autómata de madera que lo acompañaba cada día caminando por la ciudad y más adelante se dirigía a la catedral para coger allí las raciones de pan, carne y sal que le correspondían como aparejador de la catedral, tal era la vergüenza que le daba a Juanelo tener que ir él en persona a recogerlas, dado que el emperador no le pagaba.
Este autómata, llamado por los toledanos el hombre de palo, se convirtió así en la atracción preferida de los ciudadanos, hasta el punto de que renombraron la calle que da al Palacio Arzobispal, que era precisamente donde al pobre le costaba más trabajo atravesar.
En Toledo se conservan muchos restos arqueológicos de la época romana, que ya diseñaron la ciudad siguiendo el modelo urbanístico de Roma. No todas las termas se pueden visitar, y muchas de ellas aún ni se habrán descubierto y seguirán escondidas debajo de algún edificio, pero hay unas de ellas, las de la plaza de Amador de los Ríos, que datan del siglo I o II y están bastante bien conservadas; se pueden visitar, aunque son de un particular que ha cedido la gestión del terreno al Consorcio de la Ciudad de Toledo durante veinticinco años.
Hoy en día, estas termas han sido rehabilitadas totalmente y no sólo se utilizan como oficina de atención al ciudadano, sino que también están disponibles para los investigadores y expertos que quieran dedicarse a su estudio. En ellas podemos contemplar el caldarium o sala dedicada al baño con agua caliente. Como veis, hay gente que en su casa tiene terraza, otros tienen jardín, y en Toledo los hay que tienen termas…
Aunque soy consciente de que me habré dejado muchísimas cosas en el tintero, creo que con esto que os he contado da más que de sobra para dedicarle una visita a la ciudad de Toledo, por lo menos un par de días si os lo tomáis con calma. Si sólo disponéis de un día, habría que filtrar y dejarse cosas sin ver porque creo que para todo no hay tiempo material.
Si te has quedado con ganas de más, a continuación tienes más sitios por Toledo y sus alrededores así como mi opinión más desarrollada sobre algunos de los que os he hablado ya.
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